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domingo, 16 de noviembre de 2008

Contra la cumbre G20 de Washington


El sábado ante la convocatoria a través de internet de concentraciones de rechazo a la Cumbre de jefes de estado; un nutrido grupo en torno a dos centenas de personas, con animación musical, nos concentramos ante La Bolsa y nos manifestamos por el Casco Viejo. Curiosamente, lo espontáneo de esta respuesta de lxs autoconvocadxs rebelaba la saludable solidaridad activa y concienciada de activistas de diversos movimientos sociales, gentes jóvenes de la universidad y no tan jóvenes de los distintos colectivos a la izquierda de la izquierda institucional. Fue atrayente hasta para gentes desorganizadas o escépticas de las rutinas oficialistas de las izquierdas. También podríamos señalar que casualmente algunos de los miembros más destacados de la izquierda revolucionaria francesa y del estado español dejaron sus ponencias de las “Jornadas de Política crítica” para también manifestar su rechazo a las medidas de protección de los beneficios capitalistas, que están dispuestos a adoptar todos los grandes jerarcas políticos del capitalismo.



Las consignas y el recorrido fueron espontáneos e improvisados; pero con un espíritu combativo y contundente. “Botín ladrón trabaja de peón”, “Otro mundo es posible, otro capitalismo imposible”, “Ni un puto Euro para los banqueros”, “Anti, anticapitalismo” “Lo llaman democracia y no lo es, no lo es”… Esto y mucho más fue toda una autentica declaración de intenciones de lxs manifestantes. Fue la manifiesta voluntad de que solo la lucha puede parar los pies al capital y a los gobiernos que pretenden seguir protegiendo a los ladrones de los banqueros y el empresariado.
Desgraciadamente, al final tuvo que aparecer las fuerzas del orden de Ibarretxe. La ertzaintza desplegó dos furgones y como en tiempos del franquismo nos quiso disolver, nos amenazo por que más de 20 personas reunidas pacíficamente es una manifestación ilegal y trato de amedrentarnos mediante la fuerza de la identificación aleatoria de cualquier viandante.
No lo consiguieron, seguimos nuestro recorrido por el Casco Viejo. Y mientras gritábamos nuestras consignas a más de unx nos asaltaron estas preguntas ¿Por qué los jefes de estado de los 20 países pueden sustraer billones de Euros y de dólares del erario público para pagar a las sanguijuelas financieras de los bancos y a los especuladores empresariales y no son arrestados por delitos contra la humanidad? ¿Y porque se toleran las manifestaciones y festines de los empresarios de Confebask y el Lendakari y se persigue a lxs que se manifiestan en contra de tanta injusticia? La respuesta estaba a vista: porque los guardianes del orden los que nos mandan y nos gobiernan nos quieren hacer pasar nuevamente por más sufrimientos, más miseria y más austeridad con única finalidad de mantener sus beneficios. Pero que no les quepa la menor duda de esto no será con ni con la ayuda, ni con el consentimiento de los siempre, de lxs de abajo. Un sector espontáneo ya nos hemos manifestado el sábado en todas las ciudades, por que estamos decidxs a luchar, a organizarnos y a ir mucho más allá, esta manifestación no ha sido nada más que un comienzo.


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domingo, 2 de noviembre de 2008

LOS AMOS DEL MUNDO


Arturo Pérez-Reverte

(Artículo del escritor español Arturo Pérez-Reverte, publicado en 'El Semanal' el 15 de noviembre de 1998, y que ahora, diez años después, parece una visión de Nostradamus).

Usted no lo sabe, pero depende de ellos. Usted no los conoce ni se los cruzará en su vida, pero esos hijos de la gran puta tienen en las manos, en la agenda electrónica, en la tecla antro del computador, su futuro y el de sus hijos.
Usted no sabe qué cara tienen, pero son ellos quienes lo van a mandar al paro en nombre de un tres punto siete, o un índice de probabilidad del cero coma cero cuatro.
Usted no tiene nada que ver con esos fulanos porque es empleado de una ferretería o cajera de Pryca, y ellos estudiaron en Harvard e hicieron un máster en Tokio, o al revés, van por las mañanas a la Bolsa de Madrid o a la de Wall Street, y dicen en inglés cosas como long-term capital management, y hablan de fondos de alto riesgo, de acuerdos multilaterales de inversión y de neoliberalismo económico salvaje, como quien comenta el partido del domingo.
Usted no los conoce ni en pintura, pero esos conductores suicidas que circulan a doscientos por hora en un furgón cargado de dinero van a atropellarlo el día menos pensado, y ni siquiera le quedará el consuelo de ir en la silla de ruedas con una recortada a volarles los huevos, porque no tienen rostro público, pese a ser reputados analistas, tiburones de las finanzas, prestigiosos expertos en el dinero de otros. Tan expertos que siempre terminan por hacerlo suyo. Porque siempre ganan ellos, cuando ganan; y nunca pierden ellos, cuando pierden.

No crean riqueza, sino que especulan. Lanzan al mundo combinaciones fastuosas de economía financiera que nada tienen que ver con la economía productiva. Alzan castillos de naipes y los garantizan con espejismos y con humo, y los poderosos de la Tierra pierden el culo por darles coba y subirse al carro.
Esto no puede fallar, dicen. Aquí nadie va a perder. El riesgo es mínimo. Los avalan premios Nóbel de Economía, periodistas financieros de prestigio, grupos internacionales con siglas de reconocida solvencia.
Y entonces el presidente del banco transeuropeo tal, y el presidente de la unión de bancos helvéticos, y el capitoste del banco latinoamericano, y el consorcio euroasiático, y la madre que los parió a todos, se embarcan con alegría en la aventura, meten viruta por un tubo, y luego se sientan a esperar ese pelotazo que los va a forrar aún más a todos ellos y a sus representados.
Y en cuanto sale bien la primera operación ya están arriesgando más en la segunda, que el chollo es el chollo, e intereses de un tropecientos por ciento no se encuentran todos los días. Y aunque ese espejismo especulador nada tiene que ver con la economía real, con la vida de cada día de la gente en la calle, todo es euforia, y palmaditas en la espalda, y hasta entidades bancarias oficiales comprometen sus reservas de divisas. Y esto, señores, es Jauja.
Y de pronto resulta que no. De pronto resulta que el invento tenía sus fallos, y que lo de alto riesgo no era una frase sino exactamente eso: alto riesgo de verdad.
Y entonces todo el tinglado se va a tomar por el saco. Y esos fondos especiales, peligrosos, que cada vez tienen más peso en la economía mundial, muestran su lado negro. Y entonces, ¡oh, prodigio!, mientras que los beneficios eran para los tiburones que controlaban el cotarro y para los que especulaban con dinero de otros, resulta que las pérdidas, no.
Las pérdidas, el mordisco financiero, el pago de los errores de esos pijolandios que juegan con la economía internacional como si jugaran al Monopoly, recaen directamente sobre las espaldas de todos nosotros.
Entonces resulta que mientras el beneficio era privado, los errores son colectivos, y las pérdidas hay que socializarlas, acudiendo con medidas de emergencia y con fondos de salvación para evitar efectos dominó y chichis de la Bernarda… Y esa solidaridad, imprescindible para salvar la estabilidad mundial, la paga con su pellejo, con sus ahorros, y a veces con su puesto de trabajo, Mariano Pérez Sánchez, de profesión empleado de comercio, y los millones de infelices Marianos que a lo largo y ancho del mundo se levantan cada día a las seis de la mañana para ganarse la vida.
Eso es lo que viene, me temo. Nadie perdonará un duro de la deuda externa de países pobres, pero nunca faltarán fondos para tapar agujeros de especuladores y canallas que juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena.
Así que podemos ir amarrándonos los machos. Ése es el panorama que los amos de la economía mundial nos deparan, con el cuento de tanto neoliberalismo económico y tanta mierda, de tanta especulación y de tanta poca vergüenza.

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lunes, 20 de octubre de 2008

La hipocresía del neoliberalismo

Rafa DIEZ USABIAGA,
Articulo del Diario DEIA

HACE un año se desató en EE.UU. una crisis financiera con la burbuja inmobiliaria y la morosidad de los créditos hipotecarios de alto riesgo o subprime como argumentos objetivables. Sin embargo, se estaba incubando un virus en el conjunto del sistema financiero internacional con graves consecuencias colaterales en el modelo económico mundial. Lo que algunos, intentando legitimar las capacidades propias del sistema, consideraban un pequeño catarro o accidente, fruto de actuaciones insensatas e incorrectas de empresas y la piratería de determinadas entidades financieras, se ha convertido en un tumor, con metástasis incluida, que ha afectado de forma rapidísima al conjunto de la economía internacional.

Nadie parecía prever una evolución de esa naturaleza y dimensión. Los estados, los gendarmes de sistema como el FMI y el Banco Mundial, los grandes núcleos económico-financieros, se han visto superados por los acontecimientos, demostrando las debilidades estructurales sobre las que se asienta el edificio capitalista en su dimensión o fase neoliberal de los últimos años.

La avaricia especulativa, la desregulación y anarquía de los mercados financieros, las imprudentes prácticas bancarias, en definitiva el modelo de crecimiento y acumulación capitalista, ha ido creando una economía artificial y especulativa que ha terminado por explotar en los morros de los paladines del mercado y neoliberalismo. Los efectos son visibles a escala global con falta de liquidez, quiebras de compañías y, por supuesto, se está trasladando a la economía real y productiva con unas consecuencias de recesión que terminan por incidir en el conjunto de la ciudadanía.



Estamos ante el descarrilamiento espectacular de una globalización neoliberal liderada y gestionada por el capitalismo financiero y especulativo. Estamos ante el fracaso estrepitoso de un modelo de crecimiento económico que implementa los desequilibrios sociales y genera enormes acumulaciones y concentraciones de capital con efectos perversos en el conjunto de la economía. Estamos ante la hipocresía de un sistema que tras la caída del socialismo real se nos presentaba como único y sin alternativa. Estamos en una encrucijada donde la izquierda política y social tiene que acentuar su protagonismo, tanto en posiciones de contrapoder hacia terapias que el sistema plantea para su recomposición, como en el impulso de reivindicaciones que permitan avanzar hacia la definición y desarrollo de un modelo económico y social alternativo.

Es decir, al igual que el capitalismo tras el crak socialista lanzó una ofensiva ideológica y política impulsando y defendiendo un pensamiento único que contaminó con tesis neoliberales a posiciones sindicales y políticas asimilando a sectores socialdemócratas y de izquierdas, en la coyuntura actual es fundamental pasar a una ofensiva dialéctica y propositiva que permita ganar espacios ideológicos poniendo bases de pensamiento y correlación de fuerzas para avanzar hacia otro modelo social.

Desde esta intencionalidad y desde nuestra barricada sindical, a la hora de explicar los hechos que estamos viviendo, hay dos cuestiones estructurales que tenemos que asentar en términos ideológicos. Por un lado, la insostenibilidad del modelo de crecimiento vigente. Es decir, no estamos ante un problema puntual fruto de incompetencias o determinados desmanes económico-financieros, sino ante la evidencia de la insostenibilidad de un modelo de crecimiento que ha ido provocando enormes acumulaciones y concentraciones de capital, grandes movimientos especulativos y mayores desequilibrios económicos y sociales en el mundo. Y, por supuesto, un crecimiento económico a costa de agresiones permanentes al medio ambiente dentro de esa locura depredadora del sistema.

Y por otro, la caída del mito neoliberal. Desde el fin de la llamada guerra fría, dándole forma y legitimidad al pensamiento único, se nos decía que los ciclos económicos formaban parte del pasado y que la liberalización y desregulación del mercado eran las pócimas mágicas del crecimiento. Ha sido una máxima defendida hasta la saciedad por todos los hooligans neoliberales en gobiernos y medios de comunicación. Hace tan sólo unas semanas, cuando la tempestad anunciaba inundaciones generalizadas en los mercados, el socialista Zapatero, todavía, realizaba loas al mercado y a su capacidad de autorregulación pretendiendo, además, amortiguar el carácter de la crisis económica.

Ahora, sin embargo, cuando el sistema financiero internacional está anegado de aguas tóxicas, cuando la recesión económica afecta a la economía productiva, se apela de forma agónica al intervencionismo de los estados para enderezar y regular la situación; e incluso se plantean nacionalizaciones transitorias cuando esta palabra para los neoliberales era sinónimo del pasado y del anacronismo socialista, cuando no hace bien poco ponían a caldo a países (Bolivia, Venezuela…) que abordan nacionalizaciones de sectores básicos para garantizar su desarrollo económico y evitar la piratería de las multinacionales.

Ahora, dinero público para los bancos para que la maquinaria capitalista siga funcionando, protegiendo a los grandes núcleos económico-financieros que dirigen la misma, y, mientras tanto, a la clase trabajadora y ciudadanía en general se le condena a pagar los platos rotos con mayor desempleo, con subidas de hipotecas y precios de productos básicos, con pérdida de poder adquisitivo, con pérdidas en pequeñas inversiones, con anuncios de reformas laborales que piden más liberalización y flexibilización…

Nos encontramos, con todo ello, con situaciones y actuaciones en las que, da la impresión, nos toman por tontos. Aquí se destina dinero público a raudales para reflotar situaciones de entidades financieras que siguen arrojando beneficios mientras, eso sí, las hipotecas de los trabajadores y trabajadoras siguen subiendo, creándose situaciones límite en miles de familias por la realidad creciente de desempleo y precariedad laboral y la reducción de sus ingresos. ¿Qué plan de choque se plantea para ayudar a la liquidez de los trabajadores en sus relaciones con la banca? ¡Ninguno! Es decir, mientras los gobiernos van a rescatar a los bancos siguen dejando tirados a los de siempre.

Aquí se acepta por parte de las administraciones que empresas con beneficios rescindan contratos para rentabilizar sus resultados dejando a trabajadores y trabajadoras en la calle para que las administraciones (dinero público), en el mejor de los casos, se hagan cargo vía subsidios de desempleo.

Y, además, hay una cuestión que desata nuestra rabia y que evidencia esa hipocresía del sistema. Hemos visto caer entidades, desaparecer activos, esfumarse miles de millones... y, todavía a día de hoy, no hay responsabilidades penales ni políticas en ningún país de los implicados y, repito, responsables, de esos mega-atracos sociales. Han robado y especulado a gran escala, han provocado la desaparición (con sus efectos en empresas e inversores) de grandes capitales y estos mega-ladrones siguen sin asumir ningún tipo de responsabilidad. ¿Dónde están los directores de bancos, compañías, que han quebrado, que han realizado semejante agujero especulativo? Se ve con claridad que el capìtalismo se defiende así mismo y que los gobiernos pasan de puntillas ante la situación.

¿Qué hacer? No podemos ser sujetos pasivos del espectáculo diario que se nos presenta en los medios de comunicación mientras los efectos de la crisis siguen penetrando en el tejido social y en nuestras economías familiares. Hay que pasar a una ofensiva ideológica y movilizadora. Tenemos que denunciar a un sistema que ha permitido desarrollar un enorme ejercito de especuladores. Tenemos que rechazar medidas que conlleven pérdidas de empleo, aumento de precariedad, congelación salarial,… bajo el eufemismo de que todos tenemos que apretarnos el cinturón. Tenemos que exigir medidas sociales como moratorias en hipotecas, fiscalidad progresiva que permita situar la misma como instrumento de reparto de riqueza, incremento del salario mínimo para sus efectos en pensiones y subsidios…

Es decir, hay que luchar no para refundar el capitalismo, como pretenden algunos, sino para avanzar en un modelo económico y social alternativo, para impulsar un cambio al servicio de la mayoría social trabajadora. Una utopía que con el fracaso del pensamiento único aparece como necesaria y objetivamente posible.

* Ex secretario general del sindicato LAB


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jueves, 12 de junio de 2008

Motivos para la huelga social general

César Manzanos Bilbao Doctor en Sociología, profesor en la UPV
Gara

Es la hora de elegir. Y una vez más esa elección pasa por darnos cuenta de que las posibles respuestas no son individuales, sino colectivas, de que el camino es la solidaridad, no por que tarde o temprano nos tocará a todos, sino por que es la única manera de vivir con dignidad

Es de auténtica vergüenza colectiva vernos en los supermercados, en la gasolineras o en los establecimientos comerciales, aterrorizados por el miedo a quedarnos sin alimentos, sin medios de transporte, sin productos de primera necesidad, debido a una huelga de transportistas que nos afecta a todos, pero no en sus efectos, sino en sus motivaciones.





Vemos cómo durante las tres últimas décadas los beneficios de los bancos y cajas de ahorro crecen progresivamente gracias a nuestros ahorros e hipotecas. Vemos cómo las tasas de ganancia de las grandes empresas nacionales y multinacionales que operan en nuestro país y en el resto de los países del mundo crecen gracias a la creciente precariedad y explotación de las personas que trabajamos.

Vemos cómo las administraciones centrales y autonómicas registran superávit gracias al incremento de los impuestos directos y sobre todo de los indirectos con que gravan los productos básicos que consumimos. Vemos cómo esas administraciones invierten ese dinero, nuestro dinero, en macroinfraestruturas que van en contra de cualquier criterio de desarrollo sostenible y de autogobierno de los pueblos.

Mientras hay crecimiento económico para unos pocos privilegiados que son quienes dan una imagen falsa de simulación de bienestar generalizado, la mayoría de las personas que trabajamos y sobre todo quienes están privadas del derecho al trabajo, vemos cómo nuestro poder adquisitivo cada vez es menor. Esto es lo que nos ha traído el actual modelo de «construcción europea» y, en relación con ella, la «moneda única».

No aprendemos de la historia, más bien vivimos a espaldas de ella y, en virtud de un falso y hegemónico concepto de progreso, del terror a la muerte y a la destrucción, las provocamos. Así, paradójicamente las tres grandes revoluciones tecnológicas de la humanidad (neolítica, industrial y cibernética) nos han traído el progreso sin precedente del hambre en el mundo y de las guerras más despiadadas.

El desmesurado incremento del precio de los carburantes, de la electricidad o del gas no proviene de la escasez de los mismos, sino en todo caso de su injusta gestión, pues no nos olvidemos de que de ese incremento se benefician las grandes empresas multinacionales de la energía como Repsol, Cepsa, Gas Natural, Iberdrola o Endesa, por citar algunas. Esas empresas siguen revitalizando y haciendo crecer exponencialmente sus tasas de ganancia.

Estas huelgas que protagonizan transportistas autónomos, pescadores y agricultores, que son los más perjudicados y los únicos productivos a efectos de creación de bienes básicos y su distribución, o las actuales propuestas de los países más poderosos de la «Unión Europea» de hacer trabajar, sobre todo a los sectores más precarizados, hasta 65 horas semanales, no son sino los primeros síntomas de las futuras crisis que se nos avecinan.

Estas futuras crisis vienen provocadas por los caníbales que se empeñan en imponer un modelo socio-económico al servicio de la acumulación del capital y de la riqueza en una pocas manos, devorándonos y convirtiéndonos a la mayoría de la Humanidad, a los animales, a las plantas, a las materias primas, a las fuentes naturales de energía en meros objetos utilizables o desechables en la medida que servimos a tal fin.

Pero su modelo económico llegará, tarde o temprano, a tocar techo. Ellos lo saben. Las nefastas consecuencias acumuladas de su afán depredador son el germen de futuras revueltas sociales que inexorablemente sufriremos, especialmente los más desfavorecidos, pero que darán al traste con cualquier proyecto de sostenibilidad.

Es la hora de elegir. Y una vez más esa elección pasa por darnos cuenta de que las posibles respuestas no son individuales, sino colectivas, de que el camino es la solidaridad, no por que tarde o temprano nos tocará a todos, sino por que es la única manera de vivir con dignidad en lugar de sobrevivir como depredadores.

Los motivos de estas huelgas que los gobiernos se empeñan en definir como «ilegales» nos afectan a toda la sociedad y, en lugar de practicar el sálvese quien pueda en un escenario de miedo generalizado, habrán de convertirse en argumentos de necesidad para librar una huelga social general que nos obligará a replantearnos la forma de vida que se nos impone.

De lo contrario la nueva gestión de la escasez fundamentada en el desorden, en la mercantilización de toda relación social, en la fabricación de seres idiotizados, nos obligará a aceptar la degradación del planeta y dentro de él la de los seres humanos. No esperemos a que los gobiernos o los partidos políticos, o los empresarios o los sindicatos nos den soluciones. Ellos más bien son parte del problema. Empoderarnos y sumarnos a la huelga es el camino para acabar con la lacra de un mercantilismo autodevorador y con unos estados a su servicio.


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CRISIS, PETRÓLEO CARO Y CÓMO SE REPARTEN SOCIALMENTE LOS COSTES DEL AJUSTE

Angel Martinez de Antoñana

Está estos días nuestro buen presidente Zapatero afrontando su primera crisis, con movilizaciones y huelgas de transportistas, taxistas, agricultores y pescadores. Hasta ahora la coyuntura económica le había soplado a favor y será interesante ver cómo se comporta ante el nuevo panorama.

Hasta hoy nos mantenemos técnicamente en el eufemismo del término “desaceleración” pero parece que se han juntado todos los boletos para pronosticar una “crisis de caballo”.




Hay dos componentes:

-Una crisis energética, mundial, vinculada al encarecimiento del petróleo.

-Otra parte diferenciada según países, porque la crisis va por barrios, y no afecta lo mismo a unos países que a otros.

Hay países que les va a ir bastante mal, como España. Se ha agotado la construcción, tiene un modelo productivo poco tecnológico, muy intensivo en recursos naturales y explotación del territorio, con un alto peso del transporte por carretera y escaso del ferrocarril. Comparte con Estados Unidos una fortísima crisis inmobiliaria y un alto déficit comercial.

A Alemania le está yendo algo mejor, como muestra su excelente balanza comercial. Su nivel tecnológico es muy superior y empieza a moverse en sectores de mayor eficiencia y energías renovables. Euskadi, dentro de España, puede decirse que se parece un poquito más a Alemania.



En todo caso creo que lo primordial es ver cómo reaccionamos frente al encarecimiento del petróleo y en este sentido las medidas planteadas por el gobierno y los medios de comunicación son, de momento, bastante decepcionantes.

Hay que asumir que se trata de una crisis estructural, que pone en cuestión todo nuestro modelo productivo, casi nuestro modelo civilizatorio me atrevería a decir.



Los transportistas son el sector más visible de la crisis. Sin embargo, pescadores o agricultores son también tanto o más afectados. Porque hoy en día los campos no se cultivan con agricultores sino que se cultivan con petróleo (petróleo en forma de máquinas o de fertilizantes). Y los peces no los cogen los pescadores sino los barcos arrastreros. El peso de la mano de obra en estas actividades es cada vez más pequeño y el de la energía cada vez mayor. Quiero decir con esto que si se dobla el precio de la energía es de esperar un aumento de magnitud similar en el precio de los alimentos.

El alto precio del petróleo no es un fenómeno coyuntural, tenemos que asumir que cada vez va a ser más caro. De hecho, un informe presentado el 21 de mayo en Berlín dice que ya hemos sobrepasado el máximo anual de producción y que en el futuro cada vez será más escaso. Es la teoría del pico del petróleo, hace 8 años patrimonio de los ecologistas y al día de hoy cada vez más asumida por los expertos y cabezas pensantes del establishment.

En resumen, a niveles agregados, como sociedad, vamos a tener una energía más cara, unos alimentos más caros, tendremos que comer más vegetal y menos proteínas animales, hacer menos viajes al extranjero. El problema es cómo se van a repartir los costes del ajuste. Y en esto creo que deberíamos asumir que el transporte por carretera y la pesca industrial son sectores a reconvertir. Hay que reducir el empleo en ellos y canalizar a sus trabajadores, con las ayudas necesarias, hacia la construcción y explotación de ferrocarriles, hacia el desarrollo de las energías renovables y a promover la eficiencia, el ahorro y el reciclaje de materiales en todo el proceso productivo, a ecologizar una agricultura que necesitará de más campesinos y campesinas que ahora.

Por desgracia poco se habla de esto, parece que deberemos hacer el ajuste de forma traumática y que cada cual se las deberá arreglar como pueda. Más paro, familias con dificultades económicas, inmigrantes repatriados y ni hablar que aporten hoy algo más los que han engrosado sus beneficios en el anterior ciclo de crecimiento.

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