jueves, 21 de febrero de 2008

Fidel no es necesario; el pueblo cubano, sí

El autor afirma que el carisma de Fidel Castro como dirigente de un proceso queda ensombrecido por su inamovible ejercicio de poder unipersonal y autoritario

Marcelino Fraile Caba



No cabe duda de que determinados individuos de la historia juegan un rol excepcional, bien sea por valentía, por su arrojo o perspicacia para decidir o por su profundidad en la proyección de sus pensamientos.

Bastaría analizar las figuras de grandes revolucionarios como Lenin o Trotsky para darse cuenta de la importancia de estas facultades en la transformación de las sociedades. En este mismo sentido, es innegable que la figura de Fidel Castro va indisolublemente ligada al proceso de la Revolución Cubana y a la conformación de un estado, régimen, gobierno y sociedad, que cuanto menos es singular en el panorama latinoamericano y en el orden capitalista mundial.

La reciente enfermedad y traspaso de poderes de Fidel Castro a su hermano Raúl nos obliga a contemplar los aspectos personales y hasta familiares de este indiscutido jefe de estado gallego-cubano capaz de permanecer casi 50 años en el poder. Evidentemente, la historia y la psicología nos demuestran que las grandes virtudes humanas sólo se manifiestan por breves períodos de tiempo; y que los defectos y peores vilezas de nuestra condición se desarrollan a partir de largos períodos de envejecimiento, anquilosamiento y estancamiento de los individuos que se desenvuelven en ámbitos de poder social privilegiados, en detrimento de las ansiadas aspiraciones de igualdad.

Así, lamentablemente, el prestigio carismático de Fidel como dirigente de un proceso no hace más que ensombrecerse al servicio de su inamovible ejercicio de poder unipersonal y autoritario. Su ejemplo genera la falsa creencia de la necesidad de salvadores o de una mano dura que nos libre de todo mal, muy lejos de ese objetivo de que la emancipación de los trabajadores será obra de ellos mismo o no será.

Afortunadamente ni Fidel ha acabado con Cuba, ni Cuba acabará con Fidel. La sociedad, o, si se quiere, el pueblo cubano, ha conquistado una independencia política en relación al imperialismo que ha sabido mantener. Tras largas décadas de esfuerzo estoico, y aunque desaparezca Fidel, no se la dejará arrebatar, por más que el águila carroñera del Gobierno de los Estados Unidos, con la ayuda de toda la gusanada, esté al acecho. Ni por más caramelos envenenados que desde las corruptas democracias europeas les enviemos tratando de exportar nuestros modelos a cambio de dinero.

En estos momentos, aunque muchos piensan de otra manera, el drama de la sociedad cubana no es la pérdida de Fidel, ni tan siquiera la sustitución de su temido y duro hermano Raúl.

El drama es la continuidad, las zozobras o la inestabilidad capaz de generar la casta dirigente y omnipotente del PCC. En esta situación mundial reaccionaría que vivimos, las dudas sólo pueden venir de las decisiones que se puedan adoptar en un futuro por la burocracia cubana. La crisis social estará servida entre el pueblo y el gobierno si deciden seguir sometiendo a aquel a mayores privaciones y sacrificios económicos a cambio de ideología y patriotismo grandilocuente ahogando las palabras directas de ese mismo pueblo llano, véase Corea del Norte. O si, por el contrario, la vía del capitalismo de Estado chino, en este caso en base al turismo, termina por implantarse totalmente.

Los sectores de la izquierda mundial que aún soñamos con la utopía del socialismo necesario, capaz de superar en bienestar y democracia a la más avanzada de las democracias capitalistas, no podemos olvidarnos de que existe otro camino de transición al socialismo, y hoy -muchos pensamos que debemos recordárselo al pueblo cubano- ese camino sólo podrá venir marcado por el más absoluto protagonismo de todos los hombres y mujeres cubanos, por encima de partidos y personalidades.

http://www.deia.com/es/impresa/2006/08/04/bizkaia/iritzia/276539.php


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sorpresas cubanas:

Claudio Katz
Fidel continúa reduciendo su protagonismo político en un contexto muy distinto del colapso económico de la década pasada. En ese momento Cuba afrontó incontables conspiraciones, en un cuadro de aislamiento regional y hostigamiento neoliberal. El escenario actual está dominado, en cambio, por los fracasos de Bush y sus aliados más estrechos. Por esta razón, el prestigio de la revolución y la memoria del Che han recobrado peso en todos los movimientos sociales, mientras la solidaridad venezolana permitió atenuar muchas dificultades de la isla.
Se ha recuperado el crecimiento y con los ingresos del turismo y las nuevas exportaciones decrecieron los padecimientos energéticos. También aumentan las posibilidades de utilizar productivamente las ventajas de calificación que detenta la población. Pero la revolución convive con las desigualdades sociales creadas por el enclave dolarizado y hay muchos interesados en promover la gestación de una nueva burguesía. Cuba no puede, ni debe, aislarse. Como el bunker norcoreano es la peor opción, resulta necesario recurrir a disposiciones mercantiles y asociaciones con inversores, que serían desechadas en otras circunstancias.
Hay un sendero posible hacia la restauración capitalista que no anida en los pequeños mercados, el comercio informal y el trabajo independiente, sino en las conexiones internacionales de ciertas élites. Estos sectores están interesados en comandar un modelo social-liberal concertado con Europa o un esquema autoritario afín al precedente chino.
Pero hasta ahora la revolución desmintió todos los pronósticos fatalistas que auguraron su desplome. Este antecedente debería moderar a quienes tanto especulan sobre la forma que asumirá la regresión al capitalismo. Una renovación socialista es factible junto a un sistema político de genuina democracia. Esta opción podría nutrirse de la doble identidad –antiimperialista e igualitarista– que ha caracterizado la principal gesta latinoamericana del siglo XX. Cuba todavía nos depara muchas sorpresas.
(el autor integra el colectivo Economistas de Izquierda (EDI), es economista e investigador del Conicet y profesor de la UBA)


mandado por Txema

Marce dijo...

No dudo de que Claudio Katz sea un gran economista, pero hace un análisis muy complaciente con Fidel y la burocracia cubana.

Como ha dicho su hermano Raul, no solo consultara con Fidel, sino que despues de muerto seguira llevando su política. Y si bien es cierto que la política de bloqueo de Bush y sus alídos es un fracaso, lo que recobra peso no son los movimientos sociales, sino la burocracia autoritaria castrista, encarnada por el militar Raul Castro y en la vieja guardia anquilosada.

Cuidado con los ingresos por turismo, que son un arma muy peligrosa en manos de la burguesia europea y también de la burocracia parasitaria.

Asi que de la renovación, transición o la revolución hacia una economía antimperialista e igualitaria que Katz aspira igual que yo. O mejor hacia un socialismo más democratico, igualitario e internacionalista, que Katz se quite las ilusiones porque ni esta en las intenciones del burocratico poder estatal cubano, ni en ningún otro movimiento social en la isla, entre otras cosas porque estos brotes de darse son sistemáticamente perseguidos y abortados casi antes de que nazcan. Sino que vaya Claudio Katz a la isla a expresar: que ahí que combatir la ineptitud, el despilfarro y los privilegios de los dirigentes de la economia cubana. Si se atreve, yo haré encantado campañas de solidaridad para le saquen de la carcel.
Marce