Entrevista
Xosé Manuel Beiras · · · · ·
19/10/08 (SIN PERMISO)
En abril de 2005 presentó su dimisión como presidente del Consello Nacional del BNG (Bloque Nacionalista Galego) y renunció a formar parte de sus listas electorales, que llevaba encabezando desde los comicios autonómicos de 1985. Dos meses después su partido llegaba por primera vez al Gobierno de la Xunta de Galicia, en coalición con el PSOE. Hoy Xosé Manuel Beiras sigue militando en el Bloque, pero en un sector crítico respecto a la línea actual. Ahora disfruta de más tiempo para continuar con la actividad docente, escuchar música, tocar el piano, escribir y acudir de "predicador" allá donde le llaman. En esta entrevista el líder histórico del nacionalismo gallego, economista, ensayista, columnista de prensa, pianista, y ante todo gran conversador, nos lleva de excursión por la periferia del sistema con la seguridad del conductor veterano. La entrevista la realizó Aloia Álvarez Feáns.
¿Cuál es el estado de salud de los movimientos sociales gallegos? Desde que has dejado la política institucional se te ve participando cada vez más en iniciativas como los Foros Sociales...
Sí, estoy muy en contacto con toda la nueva floración de movimientos reivindicativos, pero el nacionalismo gallego y las organizaciones sociales de su ámbito, es decir, el nacionalismo sociopolítico, ha participado en los Foros Sociales desde siempre en primera línea. De todo el Estado español, exceptuando a IU y la izquierda abertzale vasca, no hay otro tipo de participación igual. Eso tiene un sentido muy claro, el nacionalismo de izquierdas en Galicia es el único que existe organizado, no hay ningún nacionalismo conservador ni burgués. Los diagnósticos teóricos y las tesis asumidas en el plano ideológico político siempre definieron Galicia como periferia. Sí, una periferia europea, en los términos de Dudley Seers, pero por lo tanto con muchas más analogías con las formaciones sociales periféricas, el Tercer Mundo, que con las formaciones del centro del sistema. Y, en ese sentido, con una diferencia cualitativa muy importante entre el caso gallego y el caso euskaldun o catalán.
¿Y si acotamos el análisis a la política institucional? Tras tres años compartiendo el Gobierno de la Xunta con el PSOE ¿cuál es tu diagnóstico acerca de la línea política seguida por el BNG?
El BNG es una formula atípica en el panorama de las formaciones políticas europeas e incluso dentro de lo que son los nacionalismos emancipadores. Hay que tener muy claro que el nacionalismo gallego tiene un carácter emancipador, como todos los nacionalismos de naciones sin Estado, que en principio son emancipadores, no imperialistas, ni expansionistas, ni chauvinismos, como es el caso del nacionalismo español. El nacionalismo gallego se reorganizó durante el franquismo no en el centro, sino en una izquierda rupturista, rotunda, autodeterminacionista e internacionalista, antiimperialista y pacifista al mismo tiempo. Con el fin del fraguismo el Bloque ha llegado al Gobierno de la Xunta junto al PSOE y la dinámica de gobierno ha incidido en él de un modo muy habitual en las formaciones críticas o rupturistas con el sistema. Por un lado, el programa político trasladado a un programa de gobierno, muy condicionado a las líneas acomodaticias del PSOE, ha cambiado cosas, se está desmarcando al menos en el discurso y en algunas líneas de acción de las seguidas por el PSOE, pero muy rebajadas respecto a lo que estaba diseñado. Por otro lado, ha condicionado mucho la propia actividad del BNG como formación política en la sociedad.
-¿Cuál es el peligro de esta deriva?
El peligro que hay es, por un lado, la acomodación al marco autonómico, que está periclitado, estoy convencido. En el Estado español el modelo del Estado de las autonomías está agotado. Sería necesaria una segunda Transición, digámoslo así, y no se dan las condiciones políticas para que eso suceda, hay una involución política brutal en cuanto al diseño de un Estado plurinacional. El otro peligro se da en cuanto a una línea política de izquierdas. En un país como éste, que tiene problemas gravísimos, como periferia que es, hay una tensión dialéctica entre los frenos que impone la presencia en el Gobierno en cuanto al posibilismo que eso requiere y las necesidades de la mayoría social del país, especialmente de las clases sociales más agredidas. Esa es la situación en la que está el BNG en este momento. Y ante esa situación hay corrientes de militancia dentro del BNG que intentan introducir las dinámicas más congruentes con el propio proyecto político, de largo alcance, que colisionan en muchos casos con las posiciones políticas que el BNG en el gobierno acepta para no romper ese Gobierno.
Esta situación a lo que da lugar es al peligro de una derechización en la línea de acción del Gobierno, que ya se está dando, o por lo menos una acomodación. Una línea cada vez más confinada en el marco autonómico y plegada a los imperativos del neoliberalismo asumido como pauta por las organizaciones políticas de ámbito estatal. Eso lo que plantea es la necesidad de una regeneración de los dos vectores del espacio del nacionalismo, el nacionalismo propiamente dicho y la izquierda y, por otro lado, una conexión positiva con los movimientos sociales que representan intereses de grupos sociales que se sienten enormemente agredidos y que cada vez se ven más distanciados de lo que el Gobierno bipartito actual hace.
-Mencionas el agotamiento del modelo autonómico español. Existen corrientes de opinión en la izquierda que consideran que las convulsiones sociales presentes en gran parte de la periferia del sistema responden en gran medida precisamente a la fatiga del modelo de Estado-nación como tal. ¿Qué opinas?
El pensamiento de la periferia, antisistema, antiimperialista, alterglobalizador... no considera que el modelo del Estado-nación esté periclitado, ¡al contrario!, es muy necesario. Cada vez tiene una función más importante en la periferia, precisamente frente al imperialismo, porque el Estado-nación es un instrumento que si consigue funcionar con una cuota adecuada de soberanía (alimentaria, sobre los recursos...) y articularse, si consigue hacer lo que están haciendo Morales o Chávez, o lo que se está empezando a hacer en Ecuador, o en países africanos o asiáticos... es un arma de defensa frente a la uniformización impuesta por el imperialismo y la globalización. Por ejemplo, sólo un Estado-nación podría impedir que la Monsanto meta las plantaciones de soja en su territorio... Si no existiese desaparecería la capacidad de defenderse frente a los poderes transnacionales, que son los que hegemonizan el planeta. Otra cosa es que en buena parte de la periferia del sistema los Estados salidos de la llamada descolonización desde los años 50, 60, sean Estados artificiales porque no responden a la realidad sociopolítica de sus bases. Que los Estados de Kenya o Nigeria no funcionen no es porque sean Estados-nación, sino porque son Estados artificiales en los que el sustrato humano, étnico, cultural... no tiene nada que ver con lo que diseñaron desde arriba las propias potencias que hicieron la descolonización, y esto está patente también en Oriente Medio. Lo que pasa es que esos Estados tienen que encontrar su articulación a un nivel mucho más grande, regional o incluso continental, como Sudamérica, que es lo que el sistema no quiere que hagan. El ALBA es un proyecto internacionalista para el subcontinente, pero que está siendo elaborado a partir de poderes de Estados nacionales. La cuestión está en lograr una articulación política en lugar de espacios económicos de libre comercio. Es un error enorme, cometido por la izquierda, sobre todo la del centro del sistema, pensar que los peligros están en nacionalismos como el gallego o en que el Estado-nación se ha quedado pequeño para que la periferia pueda defenderse.
-Sí, pero nos dirán que en algunos lugares, esa artificialidad del Estado provoca que esos pueblos carezcan de identidad nacional y no se vean representados por sus gobernantes...
¿Y es que acaso Sarkozy representa al pueblo francés o Merkel al alemán? Es muy fácil decir que hay problemas en la periferia. El grave problema está en el centro, porque la periferia se está moviendo. Que digan los europeos qué se está haciendo en Europa. ¿Dónde está desaparecida del mapa la izquierda en la instancia política, en Norteamérica existe? ¿En Alemania, Francia, Italia? La gente que piensa en términos de izquierda en Europa lo primero que tiene que hacer es no ir a buscar la paja en el ojo ajeno sino ver la viga que tiene en el propio, y tienen que ocuparse de cambiar el espacio de la UE para poder servir de ayuda al Tercer Mundo porque por ahora son cómplices. ¿Qué pasa con Palestina? ¿Qué pasó cuando Hamás ganó las elecciones? ¿Y con Evo Morales, Chávez y Correa? Si Europa fuese un espacio sociopolíticamente articulado, en el que los Estados respondiesen a la mayoría social, el imperio yanqui no haría lo que hace. La Unión Europea hoy no es más que un instrumento del gran capital transnacional, un mercado único para los capitales y una especie de "campo de concentración" para la fuerza de trabajo; los europeos hoy no somos ciudadanos, pero hay una visión muy eurocéntrica del planeta que impregna buena parte de la izquierda europea. ¿Cuánta gente en Europa critica a Hugo Chávez? Sáquense ustedes las lentes europeas, hagan una cura de humildad y analicen, contemplen, vayan allí e infórmense de lo que está pasando realmente.
-Nos las quitamos entonces. Más allá de América Latina, ¿hacia dónde podemos mirar?
Hacia allí donde haya movimientos antisistémicos; la esperanza está en la coordinación entre ellos. Cuando se acordó llevar el Foro Social a Mumbai para acercarlo a los movimientos sociales asiáticos se vio la enorme constelación de movimientos organizados que existen, sobre todo los protagonizados por las mujeres. Cuando se llevó a Nairobi igual. Cuando en Europa se habla de África no se conoce la fortaleza, el dinamismo que tienen los movimientos sociales y el protagonismo de la mujer (otra cosa es que eso se traslade a nivel político). Porque África no es ese totum revolutum que vemos desde aquí. Ellos son precisamente los que mueven el planeta desde abajo, los únicos que pueden cambiarlo. Y a ver si la izquierda acaba de entenderlo.
-Dejemos de lado los partidos, ¿y los movimientos sociales? ¿No lo ven?
Mi visión no es peyorativa respecto de los ciudadanos europeos, cuando se acierta con los estímulos surgen movimientos como el movimiento Contra la Guerra de Irak, o en Galicia Nunca Máis, o ahora Galiza non se vende o el referéndum francés. Sí hay una capacidad de respuesta pero el trabajo político en Europa hoy está en la sociedad, no en las instituciones. Los movimientos sociales no tienen traducción ni interlocutores en la instancia política e incluso se les ve como enemigos, se encuentran con que los canales de comunicación entre los grupos sociales y el aparato del Estado están dinamitados. Pueden ejercer una presión tal que paralice determinadas cuestiones pero lo que no logran es marcar las líneas de gobierno porque sus reivindicaciones no son traducidas por los que forman el aparato del Estado. Mi diagnóstico desde hace varios años es el siguiente: aquí, una de dos, o el movimiento de lo que Gramsci llamó la sociedad civil hace reventar el cascarón del actual aparato de poder, el Estado, y entonces se abrirá una nueva era en la que lo que no se sabe aún es qué morfología tendría el aparato de la superestructura política, o bien ese aparato cada vez más totalitario ahogará a esos movimientos sociales y estaremos condenados a nuevas formas totalitarias de poder político. De hecho ya estamos viviendo una refascistización de los aparatos de poder.
-¿A qué responde la actual crisis económica mundial? ¿Es irreversible?
Esta crisis no es de ahora, viene de bastante atrás. Brenner teorizó sobre la burbuja financiera de los 90, ésta no es más que otro episodio con otra etiología, y es una crisis provocada por los mismos, el capital descontrolado y especulador. Parece que todo empieza por el sector de la construcción pero la construcción no era más que el exponente de la irracionalidad del comportamiento del capital especulador. ¿Cuál es el problema? Que no existen controles legales ni de poder político sobre el funcionamiento y las decisiones que toman esos capitales y cuando hay crisis papá Estado tiene que ocuparse de ellos. La crisis energética actual sólo se debe en parte al incremento de la demanda, pero en la mayor parte se debe a que los precios del petróleo entran en el mercado llamado de futuros, para especular con ellos, y eso pasa también con los alimentos. ¿Cómo se concibe que en un planeta donde las productos alimentarios y las materias primas agrícolas fundamentales producidas en su abrumadora mayoría por los países de la periferia del sistema, tengan los precios en función de la cotización de una Bolsa que está en Chicago? Eso da lugar al disparo de los precios alimentarios que no responden a la economía real, es decir, la economía real hoy no está representada en la economía monetaria. Cuando Enmanuel Todd dijo hace ya unos 6 años en su libro Después del Imperio que la contabilidad macroeconómica norteamericana ofrecía menos fiabilidad de la que se le atribuía hace 30 años a la Unión Soviética, estaba diciendo una verdad. Combinas esas cosas y resulta que la crisis se veía venir, pero naturalmente los poderes que gobiernan el planeta hacen caso omiso, manejan como marionetas a los poderes políticos de los Estados y los ciudadanos quedamos reducidos a la condición de siervos.
Revista Pueblos número 34, septiembre de 2008.
sábado, 25 de octubre de 2008
INTERNACIONAL: "El trabajo político en Europa hoy está en la sociedad, no en las instituciones"
Publicado por Ekaitza en 0:50
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