domingo, 22 de febrero de 2009

INSUMISIÓN: Algo más que un aniversario

Estos días se cumplen veinte años de las primera presentación de objetores insumisos en los gobiernos militares. Veinte años de las primeras presentaciones públicas de jóvenes desobedientes, que se negaban a acudir al servicio militar, a colaborar con los ejércitos, con el militarismo y con todo lo que representa. Que decían no a la sumisión, al autoritarismo, al machismo, a las guerras preventivas, a la política de dominación militar de los pueblos, a la resolución armada y violenta de los conflictos, a la carrera armamentística, a la industria militar. Veinte años desde que se pusiera en pie aquella locura maravillosa de desobediencia civil no violenta decidida un año antes por el movimiento de los objetores de conciencia organizados. Una locura, sí, porque no podemos olvidar que se decide en un momento crucial para el movimiento antimilitarista



Los objetores de conciencia habían dejado de ir a la carcel, en espera de que se hiciera una ley que regulara dicha opción. El retraso en ponerla en práctica había hecho que hubiera una bolsa de miles y miles de objetores en espera de lo que se decidiera hacer con ellos, supuestamente los más concienciados, los más experimentados, los que más daño podían hacer al estado y al ejército en su respuesta antimilitarista.

Por eso cuando se decide poner en práctica la nueva Ley de Objeción de Conciencia, que quiería encauzar el problema sin poner en cuestión el sistema, el Estado declara una amnistía dejando exento de cumplimiento a los miles de veteranos objetores, queriendo con ello romper el movimiento y crear una fractura entre los nuevos jóvenes objetores y los antiguos (táctica que irá utilizando una y otra vez en todo el proceso). Lo que no se espera es la reacción del movimiento: DESOBEDIENCIA, INSUMISIÓN.

Una estrategia que muchos tildan de locura, de llevar al desastre a los que opten por ella. Y es verdad, no olvidemos que con la negativa pública a colaborar, con las presentaciones, y asumiendo las consecuencias, el resultado individual era represión y cárcel.

Pero era una locura, sí, MARAVILLOSA. Se pretendía poner en evidencia todo un sistema injusto, asumiendo la represión como mejor forma de ponerlo en evidencia, dejando muchas veces en ridículo al Estado, y ganar apoyos y mayorías sociales. Y fue una locura maravillosa porque en contra lo que se pensaba en los círculos de poder y en la oposición responsable, una parte importante de la juventud de entonces apoyó la idea, se comprometió con ella, y participó activamente en la lucha con aquellos que se animaban a ponerla en práctica. Año a año el número de insumisos aumentaba, y su apoyo social y político se multiplicaba. Hay que recordar que, en un principio, ni los partidos de la izquierda parlamentaria (H.B, E.E, PCE-I.U) apoyaban la idea.

Una locura maravillosa, porque también se demostraba en la práctica que había otras formas de hacer política, de hacer las cosas. Las decisiones se tomaban en asambleas con la participación de todos y todas (esto fue muy importante, porque aunque en un principio se pudiera pensar que era un problema que iba a afectar única y exclusivamente a los jóvenes, el papel de la mujer en este proceso ha sido muy importante, en la toma de decisiones, en la participación en las asambleas, en las movilizaciones). Y siempre con un respeto escrupuloso a la decisión individual final. La decisión estratégica era colectiva, pero la asunción era individual, respetando todas las decisiones (y esto se vió claramente en el momento del plante, del rechazo al 3º grado penitenciario).

La insumisión se gano a la juventud de aquél momento, se ganó a la calle, al sentir mayoritario de esta sociedad. Ni la estrategia del Estado, siempre bien pensada, pudo con ella. Ni cuando aumentó las penas de carcel queriendo hacer una nueva diferenciación entre nuevos insumisos y anteriores (los segundos rechazaban la libertad condicional en solidaridad con los nuevos), ni el último intento del estado, cuando ya le era insoportable mantener tantos jóvenes presos, otorgando el 3º grado penitenciario (“sólo” había que dormir en la cárcel) rechazado con el plante público, con el quebrantamiento de condena y vuelta a la cárcel.

Un movimiento único, que supuso, a pesar de los momentos duros, un privilegio para tod@s aquell@s que pudieron participar en él. Que creó una forma de ser, de pensar, y de actuar por encima de los encuadramientos políticos. Que generó una red de relaciones sociales y personales dificilmente superables. Que nos dejó muchas imágenes en nuestras retinas (insumisos con la mochila en las puertas de los gobiernos militares dispuesto a entrar en prisión, acudiendo a juicios dispuestos a asumir las consecuencias de su acción, renunciando a su salida individual para mantener la lucha colectiva, decenas, centenares de jóvenes apaleados por la polícia sin una sola respuesta, manteniendose sentados con los brazos entrelazados, dejando en evidencia la brutalidad y la sin razón de sus aporreadores y de quienes les enviaban, junto a otras acciones alegres, imaginativas, trasgresoras, que rompían moldes con las formas tradicionales de reivindicacion y protesta) En definitiva, un ejemplo de lucha radicalmente comprometida, radicalmente desobediente frente a situaciones injustas, que ¿por qué no? pudiera ser trasladada a otros ámbitos de la lucha política y social.

Mariano Gómez Sanz


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