. Esperanzas, debates, problemas... del Nuevo Partido Anticapitalista.
“El desafío es hacer emerger, a partir de lo que ya existe a nivel social, un referente político que no quede atrapado por los engranajes del poder y no sea satelizado por el PS”
VS 0 | | sección: web | 04/02/2009
Entrevista con Olivier Besançenot
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[Los días 6, 7 y 8 de febrero tendrá lugar en París el congreso fundacional del Nuevo Partido Anticapitalista. A comienzos de enero, el mensual francés Regards entrevistó a Olivier Bensançenot. En la entrevista se encuentran muchos de los debates que están presentes en este proyecto]
A un mes del congreso fundacional del NPA (Nuevo Partido Anticapitalista), ¿cuál es tu impresión sobre el proceso que has lanzado?
Olivier Besançenot. Creo que tendrá éxito, en cuanto a los objetivos que nos habíamos fijado. Se trataba de superar una etapa cuantitativa y cualitativa respecto a la Liga, y pienso que el contrato se ha cumplido. Cualitativamente, porque hay gentes que vienen de horizontes diferentes, más allás de los simples simpatizantes de la Liga. Cuantitativamente, porque estaremos en la horquilla que nos habíamos fijado, de dos a tres veces más militantes que los 3.000 que éramos en la Liga.
¿Alrededor de 10.000?
O.B. Ya veremos. De todas formas, no hemos querido hacer un “telemaratón” militante. La verdadera cuestión es cuantos permanecerán. Una cosa es el entusiasmo por un proceso. Y otra distinta encontrar un funcionamiento militante estable que permita a cada cual, y a los que vendrán, poder encontrar su lugar, un funcionamiento que sea lo suficientemente flexible, tanto en tamaño, en ritmos y duraciones de reunión, para que cada militante pueda controlar todas las decisiones del partido. Sólo con la prueba de los hechos se podrá verificar.
¿Cómo se pasa de un partido trotskista a otro más amplio? ¿Ha sido difícil abandonar el "dogma revolucionario"?
O.B. ¡Es que no se trataba de abandonar nuestras ideas! Hemos dicho siempre que queríamos beber de tradiciones diferentes, de las historias más antiguas a las más recientes aportaciones de los movimientos sociales, y fusionarlas en la práctica y la reflexión. Esto no es renegar de ninguna herencia, sea la que sea. Por ejemplo, tener militantes que proceden de la cultura sindical de CGT y militantes de la ecología radical y el decrecimiento, hace que inevitablemente salten chispas. Hay también enfoques generacionales, sociales, que no siempre son los mismos.
Lo más difícil es empujar a unos y a otros a tener una visión global. Porque cada cual viene a este instrumento político con su propio enfoque, lo que es legítimo. Pero este nuevo partido no puede ser la suma de intervenciones sobre tal o cual tema. Dijimos que íbamos a aprender sobre la marcha. Asumimos nuestro estatuto un poco paradójico, que lo será un poco menos a la salida de nuestro congreso fundacional, a finales de enero. Y cuando ya exista el nuevo partido, tampoco estará todo resuelto. Algunas cuestiones programáticas y de orientación quedarán en suspenso. Por provocar un poco, yo diría que el motivo mismo de nuestro instrumento político es una refundación programática en torno al anticapitalismo. Además, la idea de un nuevo partido es un viejo proyecto. La LCR no era ya el instrumento político más adaptado al período.
Y a diferencia de los años 90, había una oportunidad, en el buen sentido de la palabra, política y social, para crear uno nuevo. Creo además que se ha producido el final de dos ilusiones: que se podía federar la izquierda radical, volviendo a pegar los viejos pedazos del movimiento obrero, con el último episodio de 2005 [se refiere a los debates que se desarrollaron en la izquierda francesa tras la victoria del No en el referéndum sobre la Constitución europea] , esa idea de recomponer en torno a un cártel, a una alianza unitaria que partía de arriba más que de abajo; y la ilusión de que el movimiento social podría bastarse a sí mismo. Aunque a fuerza de bastarse a sí mismo desde 1995, el movimiento ha servido sobre todo de taller de ideas para los partidos de la izquierda institucional.
¿Resulta doloroso cerrar la LCR, que ha sido la cuna política de militantes como tú?
J.B. A título personal y militante, la verdad es que no. Daniel Bensaïd habla de "sublimación". Yo no tengo la impresión de renegar de ninguna de mis ideas. Es verdad que hay una cierta injusticia para los militantes de la Liga en general, y los de mi generación en particular, ya que el trabajo de renovación, de refundación programática, ya lo hemos acometido dentro de la Liga.
Pero alrededor nuestro había muchas personas que no estaban dispuestas a entrar en la Liga. Hay que ser coherentes: si se quiere escribir una nueva página junto con otras y otros, por fuerza hay que volver una página de nuestra propia historia y decir que no queremos hacer un nuevo partido trotskista. Esto no es fácil para algunos, siempre hay reticencias.
En la esfera militante, sindical y política, hay muchas personas que se preguntan por el hecho de unirse al NPA y que, por ahora, no van a hacerlo. ¿Os preocupa?
O.B. El problema son los encuentros y las demostraciones. Por el momento, lo importante es consolidar nuestro espacio. Para lanzar el llamamiento por un NPA en la universidad de verano cité al poeta cubano José Martí: "el mejor medio de decir algo es hacerlo". No pretendemos representar todo, hacemos a nuestra escala y continuamos avanzando. Y al mismo tiempo estar atentos a lo que señalas. Constatamos ya que hay una importante rotación en nuestro seno y sabemos que muchos de nuestro alrededor están esperando a vernos. Pero sólo podemos responder haciendo que el proceso continúe, un proceso de abajo hacia arriba, y no al revés.
Además discutimos y continuaremos discutiendo con todos los movimientos políticos y sociales que lo deseen, con todas las organizaciones de la izquierda radical, con Lutte Ouvirère, con el PCF, con los Alternativos, con Jean-Luc Mélenchon [que ha lanzado el Partido de Izquierda, con la referencia de Die Linke en Alemania], con la nueva Federación que se ha montado, con Alternativa Libertaria, con los militantes de AC le Feu [Association Collectif Liberté, Fraternité, Ensemble, Unis), colectivo militante fundado tras las revueltas sociales de noviembre de 2005], etc.
Por resumir, y sin hacer demagogia, queremos hacer la mezcla entre lo viejo y lo nuevo. ¡No hacer el partido de los ex y de los desengañados! Hay una recomposición política que se acentúa y eso viene bien. Están pasando muchas cosas entre el PS y nosotros. Pero creo que la polarización de la política va a continuar acentuándose. Nuestro objetivo es cristalizar un polo algo estable, que sea un punto de referencia.
Por la forma en que en varias ocasiones has explicado esta polarización, se puede sacar la impresión de que hay dos polos, el NPA por un lado y el PS por otro, y nada en medio...
O.B. ¡Desde luego que no! Nunca hemos pensado ni dicho que entre el PS y nosotros no hay nada. Por poner sólo un ejemplo, no hemos dejado de proponer una respuesta unitaria al PCF, que ha sido sistemáticamente rechazada. Esta polarización se efectúa en la izquierda entre dos grandes tipos de orientación, la del PS, cada vez más liberal, y la de una lógica anticapitalista, independiente del PS, de la que siempre hemos dicho que no somos los únicos representantes. Hay por supuesto un debate en el seno de la izquierda radical.
Algunos piensan que es posible otro espacio, lo que yo llamaría el espacio de un reformismo consecuente. Es lo que dice Mélenchon. Su salida del PS va en la buena dirección. Pero dice no estar de acuerdo con la opción estratégica del NPA. Su idea es hacer una especie de Die Linke, y por tanto se acerca al PCF. Die Linke y el PCF tienen un punto en común: gestionar municipios junto con la socialdemocracia y dejar abierta la cuestión de la participación gubernamental.
Hay dos opciones, o intentar tener peso en el interior de la izquierda, o reforzar un polo independiente para construir otra izquierda y contestar la hegemonía del PS. Esto no significa anatemizar a nadie. En primer lugar, no tenemos enemigos en el campo de la izquierda radical. En segundo lugar, vamos a discutir y hacer todo lo que pueda hacerse con unos y con otros. Existen mediaciones políticas y vamos a continuar llevándolas a cabo.
Planteas como condición previa a las alianzas con el resto de la izquierda radical la no participación en ejecutivos con presencia del PS. ¿No es discutible poner esta condición en términos generales y al margen de un análisis de las relaciones de fuerza? ¿Hay que renegar de todas las experiencias de participación en gobiernos con el PS?
O.B. Nuestra estrategia puede parecer frustrante pero no hay nada peor que una esperanza frustrada. Tenemos conciencia de la urgencia social y de la necesidad de tener peso lo más deprisa posible. No hacemos la política de lo peor: todo aquello que se pueda arrancar, se arrancará ahora, incluso en el marco institucional. El desafío es hacer emerger, a partir de lo que ya existe a nivel social, un referente político que no quede atrapado por los engranajes del poder y que no sea satelizado por el PS. Porque en este caso se vuelve a caer en la desesperanza.
Es verdad que nuestra estrategia de ruptura y de independencia tiene un coste: a falta de proporcionalidad, y rechazando las alianzas con el PS, no estamos por el momento representados al mismo nivel de lo que realmente pesamos. En el movimiento social ha habido muchas experiencias, ya lo sé. Algunos se han presentado en listas, otros han participado en gobiernos. Y sigo estimándolos. Algunos y algunas han sido despellejados vivos, porque hay quien no se deja instrumentalizar.
Pero cuando se entra en una lógica colectiva, la única garantía política para no dejarse absorber por ese sistema institucional no puede consistir en que nos despellejen vivos en los puestos que sean. Hay que ser coherentes. Si la derecha es reconducida, hay que oponerle una izquierda radical, unitaria, independiente, capaz de aportar una salida política a las luchas sociales.
Si el PS triunfa, hará falta una oposición muy fuerte a su izquierda. Al contrario que en los últimos treinta años, podrá tener entonces una incidencia sobre la relación de fuerzas, incluso en el sistema institucional. Desde el punto de vista de la esperanza, pensamos que nuestra estrategia es la buena. Podemos ver lo que ha ocurrido a nivel internacional, por ejemplo lo que ha hecho Rifondazione Comunista en Italia, o lo que se dispone a hacer la dirección de Die Linke en Alemania. No tenemos derecho a decepcionar mañana las esperanzas de hoy.
Pero el movimiento social, las luchas, expresan muchas veces su necesidad de cargos públicos, que luchen y que influyan...
O.B. Sí, pero ¿en qué sistema institucional? Porque nadie puede eludir la cuestión del poder como cuestión estratégica. No es sólo la izquierda política quien debe discutir sobre ello. Y esta reflexión no sólo hay que hacerla en Francia, sobre todo después de la experiencia de Venezuela o del movimiento zapatista. Nuestra idea es "tomar el poder sin que el poder te tome". Porque si queremos hacer un nuevo objeto político, en términos de revolución cultural, estamos admitiendo que no estamos condenados a ser eternamente minoritarios.
Se pueden crear mayorías de ideas, y nuestro objetivo es que, un día, estas ideas gobiernen. Pero aún con un gobierno anticapitalista, a la escala que sea, persiste el problema del tipo de funcionamiento del poder. Y todas nuestras opciones implican que haya una masa de la población, por no hablar de movimiento social organizado, que irrumpa en ese terreno. Si no, eso no marchará.
El NPA quiere ser el partido de las luchas. Pero para el movimiento social no resulta tan evidente tener "su" partido. El fracaso de Rifondazione Comunista en Italia ha mostrado también la dificultad. ¿Cómo lo entiendes?
O.B. El problema es ser el punto de encuentro entre una izquierda social y una izquierda politica. En Francia se nos critica que no estemos tentados por el juego institucional. ¡Pero estamos vacunados por la experiencia brasileña y la experiencia italiana! Rifondazione aparecía como un referente posible a una fuerte movilización social. Y la izquierda se ha suicidado, sobre todo por la lógica de la complicidad de gestión. Hemos visto a algunos parlamentarios de Rifondazione manifestarse en la calle contra el envío de tropas a Afganistán y después, en los escaños del Senado y de la Asamblea italianos, votar a favor del envío de tropas por adhesión al gobierno de Romano Prodi. Hoy no nos podemos permitir esta desilusión.
En las discusiones que tenemos entre nosotros en este momento, está la de cómo consolidar nuestros lazos con nuevas organizaciones, en Italia, en Alemania, en Polonia, en Suecia, en Irlanda, para intentar construir una nueva fuerza anticapitalista europea. El PSE tiene su partido, los Verdes y el PC también. Hay que ocupar este espacio político del anticapitalismo.
Has recibido con frialdad la idea de una alianza con el Partido de Izquierda (Mélenchon) y el PCF para las elecciones europeas. En vuestro último Comité de Iniciativa Nacional, la discusión parece estar menos cerrada. El campo antiliberal no tiene grandes divergencias programáticas. ¿Qué impide hacer listas comunes?
O.B. Lo que nos anima es otra cosa. Toda la izquierda tiene los ojos clavados en las elecciones europeas. Es muy bonito, pero tenemos otra perspectiva, la de la huelga general del próximo 29 de enero y, visto lo ocurrido en Italia y en Grecia, creo de verdad que esto puede cambiar todo. Me parece alucinante que se pueda reflexionar en base a los plazos electorales. Después, ya discutiremos. Pero por el momento, tiene un aire de algo ya visto: ¿un refrito del post-2005 y la candidatura unitaria, olvidando lo que no se pudo hacer en ese momento? ¡No, gracias! Las razones del fracaso no han sido solventadas después. No se puede volver a echar cien monedas en la máquina simplemente para conseguir un resultado de dos cifras [una expresión habitual en la izquierda francesa es el objetivo de pasar de resultados electorales de “una cifra”, por debajo de 10, a de “dos cifras” ]. Si ésta es la discusión, ¡cedo mi turno!
Por el contrario, si tenemos una discusión sobre el contenido, sobre qué tipo de alternativa debe nacer a partir de las luchas y de la crisis del sistema capitalista, eso es diferente. Además, es falso decir que estamos de acuerdo en todo. No es cierto. Por ejemplo, nosotros proponemos un servicio público bancario único que tenga el monopolio del crédito y no un polo público que evolucione en un espacio privado. Proponemos reunificar todos los bancos públicos y privados, expropiando los intereses privados sin “rescates”, sin indemnización, para financiar un plan de relanzamiento social, aumentando los salarios, prohibiendo los despidos y desarrollando los servicios públicos. ¿Se trata de hacer sitio de nuevo al keynesianismo o de tener una opción claramente anticapitalista? La discusión es profunda y hay que realizarla.
¿Quieres decir que actualmente esta discusión no existe?
O.B. No, quiere decir que la vamos a tener. Pero nos daremos tiempo. No nos la van a pegar a golpe de resultados de dos cifras y de la unidad, en detrimento de la discusión. Bastante nos la han dado ya. Pasé meses, después de 2005, llevando una campaña en lan que decía que había un problema de contenido entre nosotros. Y se me respondía: "No, estás fastidiando el buen rollo".
Yo tenía razón, puesto que justo después de las presidenciales, Marie-George Buffet (dirigente del PCF) fue a ver a Segolène Royal, y José Bové (candidato de los Comités Unitarios en las elecciones presidenciales) apareció entre las dos vueltas como ministrable. Estaba en su más estricto derecho. Pero me hubiera gustado que se debatiera este desacuerdo, ante y delante de la base. Esto quiere decir que hace falta un debate que sea asumido como tal. La alternativa anticapitalista es no dar la ilusión de que, de una u otra manera, pueda moralizarse al capitalismo.
Hay que escoger entre un plan de salvaguarda para el pueblo o uno para los bancos. Antes hablé del “reformismo consecuente”; me gustaría tener la discusión de fondo con ellos. ¿Hay todavía sitio para el reformismo, en el sentido original e histórico del término? A quienes salen del PS o de la izquierda radical, y no quieren ir al NPA, les entiendo y les respeto. Pero me gustaría que se discutiera por qué. Se está abriendo una secuencia nueva y vamos a ocupar nuestro sitio. Pero no esconderemos la cara.
¿Más allá de la discusión que tendréis sobre el nombre de vuestro partido, no crees que habría que construir en torno a la idea de post-capitalismo más que del anticapitalismo?
O.B. Somos muy conscientes de que el nombre de "NPA" tiene un inconveniente, en la medida en que aparecemos en negativo. Al mismo tiempo, tiene el mérito de ser claro. La refundación programática de un proyecto de emancipación social que haga vibrar de nuevo a millones de personas, no va a nacer sólo del NPA, o de la reflexión fecunda de tal o cual intelectual.
Nacerá de experiencias fundadoras. Sólo estamos en las primicias de un ciclo de removilización en el que comienza a haber algunas experiencias fundadoras. Pero habrá muchas otras. Puede ser que este proyecto de sociedad se llame de otra manera, ecosocialismo, comunismo, autogestión libertaria, etc. Acabará por imponerse un nuevo nombre. En la historia, cada vez que un nombre ha aportado algo, ha sido porque detrás había una experiencia colectiva, que no era cuestionada en ese momento.
(Entrevista realizada por Emmanuelle Cosse, diciembre 2008, para el mensual francé Regards)
Traducción: VIENTO SUR
jueves, 5 de febrero de 2009
Los escindidos de EB aprendemos de la experiencia Francesa
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