sábado, 7 de junio de 2008

¿Quién cabe en el mundo?

Hará unos cuatro o cinco años escribí este artículo como primer capítulo de un libro que nunca vió la luz (por desidia mía, entre otras cosas. Dado que parece que posee un cierto valor divulgativo sobre algunos debates de hoy en la izquierda, algunos amigos me han pedido que lo rescate del disco duro.

Pues aquí está mi rollo sobre ecología, demografía... ya me diréis.


EL MUNDO EN QUE VIVIMOS



Hagamos una pequeña reflexión sobre la historia última de la humanidad y su situación actual. Es muy probable que sintamos un cierto asombro al ver los avances científicos y tecnológicos habidos en la segunda mitad del siglo XX y el ritmo trepidante de los mismos.
Y nuestro asombro puede trocarse en perplejidad al advertir que estos logros no han ido acompañados de ningún avance similar a la hora de construir comunidades cohesionadas socialmente y con un alto grado de felicidad.
Si examinamos las tres últimas décadas de nuestra historia, vemos problemas crecientes y escasa voluntad de encararlos. Podemos señalar como algunas claves de estos últimos tiempos la destrucción acelerada del medio ambiente, el estancamiento económico, la regresión cultural y el aumento constante de las desigualdades, de la insolidaridad y del egoísmo personal...


Nuestro planeta (sólo tenemos uno)

Empecemos constatando que la conciencia medioambiental es cada vez mas fuerte y que eso, junto con las actuaciones de los grupos ecologistas, ha logrado que los Gobiernos empiecen a adoptar tímidas medidas en este campo.
La presión de la opinión pública es mas grande cuando el peligro es inminente y amenaza con provocar una catástrofe ecológica mundial. Así, hoy podemos considerar mucho mas lejana la posibilidad de una guerra nuclear o podemos esperar que se estén haciendo bastantes esfuerzos para evitar la destrucción de la capa de ozono. Esta misma presión está en el relativo éxito de algunas campañas emblemáticas (afortunadamente para las ballenas, por ejemplo) o en evitar ciertos desmanes particularmente notorios.
Pero las tendencias siguen siendo las mismas. La salud del ecosistema mundial empeora, la diversidad biológica disminuye y se subordina todo al beneficio egoísta a corto plazo.
Desde una visión un tanto antropocéntrica, supongamos que el planeta Tierra ha sido dejado en herencia a la raza humana. Pues bien, no sólo no hemos ampliado nuestra herencia, no sólo no nos hemos contentado con vivir de las rentas que nos producen los recursos renovables, sino que estamos despilfarrando esta herencia a pasos agigantados.
El diagnóstico sobre la evolución futura de nuestro ecosistema podría descansar sobre dos conclusiones. Por un lado, es razonable pensar que estamos en condiciones de evitar una catástrofe ecológica que llevase a un invierno nuclear, a una nueva era glacial o a algo similar. Por otro, el deterioro creciente y continuado del medioambiente nos conduce al mismo resultado, pero de forma menos perceptible y traumática. En este caso, nuestra capacidad de adaptación y la propia finitud de la vida humana hacen que sea mucho mas difícil comprender las heridas de la naturaleza, actuar sobre ellas y revertir su enfermedad.
En el fondo, se trata de evaluar el impacto de la humanidad sobre los recursos del planeta. Si dicho impacto es inferior a la renovación de los recursos naturales, habremos empezado a mejorar la situación. Si, como sucede actualmente, la diferencia entre los recursos que gastamos y la renovación natural es cada vez mayor, nos encaminaremos hacia el colapso de la sociedad que conocemos.
Se suele representar al impacto medioambiental como un multiplicador con tres variables significativas: la Población o número de personas P, el Consumo medio de productos por persona C y el efecto en la naturaleza de la Tecnología T usada para fabricar los productos que consumimos. De esta forma, I = PCT.
Simplificando abusiva pero gráficamente, podríamos señalar que si en 40 años se duplica la población mundial, al igual que el consumo medio por persona y la agresividad de la tecnología empleada, entonces nuestro impacto en el ecosistema se habrá multiplicado por ocho.
Veamos ahora las tres variables citadas.


El crecimiento demográfico

Se calcula que hace 2000 años la Tierra tenía unos 300 millones de habitantes. En 1804 ya éramos 1000 millones. A lo largo del siglo XIX los países desarrollados aumentaron la esperanza de vida manteniendo estable la tasa de natalidad y llegamos a los 2000 millones en 1927. La depresión de los años 30 y la segunda guerra mundial ralentizaron el crecimiento, pero el “baby-boom” de la posguerra y la extensión de mejoras médicas al tercer mundo nos llevaron a 3000 millones en 1960 y 4000 millones en 1974. Aunque en los países desarrollados la tasa de natalidad empezó a disminuir, no lo hizo en los otros, al tiempo que la esperanza de vida seguía mejorando y fuimos 5000 millones en 1987. La tasa de crecimiento ha ido disminuyendo desde entonces pero, al operar sobre una base mas amplia, hemos alcanzado los 6000 millones en el año 2000, siendo unos 75 millones mas de terrícolas al año.
Estos 6000 millones de personas superan con mucho la carga vital que puede mantener el mundo sin degradarse, aunque utilicemos tecnologías menos destructivas. Y mas si creemos que el nivel de vida de los países menos desarrollados debe elevarse sustancialmente.
Lo ideal para reconducir la situación sería que la tasa de natalidad se fuese reduciendo hasta quedar un poco por debajo de la de mortalidad. Eso es factible si las parejas que quieren tener hijos piensan en 1 o 2 y las que aspiran a familias mas numerosas se conforman con 3 o 4. No parece que el cambio de mentalidad necesario para conseguirlo esté mas allá de nuestras posibilidades si tomamos conciencia del problema, si logramos que las Instituciones actúen en consecuencia y si operamos sobre los factores que pueden ayudarnos en esa dirección.
Dos de los factores que tienen una fuerte correlación positiva con la disminución de la tasa de natalidad son el avance en la liberación de la mujer y la disminución de la mortalidad infantil. Lo último está reñido con las grandes desigualdades sociales de este mundo y con el debilitamiento de los sistemas públicos de sanidad. Y al primer factor no le faltan enemigos que intentan boicotear cualquier tímido paso en esa dirección.
En la década de los 90, la tasa de fertilidad (el número de hijos por mujer) ha descendido en casi todas partes (aunque hay excepciones, como la demencial carrera demográfica entre palestinos y judíos en Israel). En los países desarrollados suele estar por debajo del umbral de reemplazo generacional (unos 2’1 hijos por mujer) y en la Unión Europea ronda 1’6 hijos. Pero una mayor esperanza de vida hace que generalmente siga habiendo mas nacimientos que defunciones. Eso y un pequeño pero imparable flujo de inmigrantes hace que casi ningún país haya visto reducida su población.
Aún así, estamos asistiendo a una fuerte campaña para aumentar los embarazos y llegar al umbral de reemplazo en todos los países. Esta huída hacia adelante agudiza la situación y en algunos países raya en la locura. Por ejemplo, la India aún bajando su tasa de fertilidad de 4’5 hijos por mujer en 1980-85 a 3’7 en 1995 ha llegado a 1000 millones en el año 2000. Aunque esta tasa bajase hasta su umbral de sustitución (2’3 hijos), la población seguiría creciendo durante casi un siglo hasta ser mas de 2000 millones en un país que ya tiene un ecosistema muy dañado y un grado de pobreza enorme.
Desde un punto de vista cínico, hay quienes afirman que el exceso de población no constituye ningún problema dado que el propio sistema se autorregula . Y ponen como ejemplos la disminución de la esperanza de vida en los países de la ex-URSS o la gran mortalidad en muchos países del Africa Central a causa de las guerras y el SIDA (que han llevado en algunos casos a tasas de crecimiento negativas). No creo que merezca la pena rebatir este argumento.
De hecho, la única opción que tenemos es reducir voluntaria y gradualmente la población humana o dejar que los desastres naturales o provocados lo hagan por nosotros. Así, la esperanza de vida ha empezado a estancarse o disminuir en países en que la carga vital excede con mucho de las capacidades de sustento (el subcontinente indio, por ejemplo). En otras palabras, o vamos reduciendo voluntariamente las tasas de natalidad o en un futuro no muy lejano aumentarán las tasas de mortalidad.


Consumismo y despilfarro

Para tener una visión mas global, debemos completar los datos de población con los otros dos factores, los productos que consumimos y la agresividad de la tecnología usada para fabricarlos. Aunque hay muy diferentes estimaciones, el impacto vital del ciudadano medio de EEUU es, como mínimo, tres veces superior al de la Unión Europea, 10 veces superior al de China, 25 veces superior al de la India y mas de 100 veces superior al de Etiopía o el Chad.
Es decir, tener un niño estadounidense causa mas impacto ecológico que 100 niños etíopes. Esto habría que matizarlo con el probable y deseable aumento futuro del consumo en Etiopía y con la menos probable disminución del consumo en los EEUU. También con el hecho de que a un país le resulta mas difícil salir de la pobreza si tiene problemas de superpoblación. Pero nos sirve para contestar a los que, interesadamente, solo se refieren al tercer mundo cuando hablan de control de natalidad.
En cuanto al consumo, éste tiende a preferencias individualistas y superfluas, sin que los poderes públicos intenten cambiar esta cultura dilapidadora. Como ejemplo, la publicidad es cada vez mas agresiva empezando por la dirigida a la infancia (a un nivel que debería estar prohibido en cualquier sociedad sana).
A este respecto, cabe señalar que los gastos mundiales en publicidad han crecido a un ritmo que duplica el del resto de los sectores económicos desde 1983, sin que esto haya redundado en un mayor grado de felicidad. Mas bien al contrario, conozco a mucha gente cabreada por el número salvaje de anuncios en televisión. Se podría hacer un pequeño ejercicio de democracia directa para probar: dado que los 500 euros que se gastan de media en el Estado Español por cada coche vendido no tienen nada que ver con orientar a los compradores sobre las características de los vehículos, ¿no sería mejor prohibir la publicidad de los automóviles (como la del tabaco) y rebajar su precio en 500 euros?
Con este bombardeo publicitario, no es de extrañar el incremento en el consumo de todo tipo de bienes y la falta de una cultura de austeridad y de primar los bienes colectivos.
Con todo, hay quien piensa que la situación no es tan mala y que ahora producimos con tecnologías menos destructoras. Esta afirmación tiene mas de mito que de realidad. Es verdad que se ha avanzado hacia ese tipo de técnicas en algunos sectores, pero en otros como la agricultura, el transporte o la construcción, las agresiones al medio-ambiente son crecientes en número y en grado.
También se puede citar el fuerte incremento en el reciclaje de los productos, lo cual no deja de ser muy positivo. Pero este tímido paso también tiene su reverso, las campañas por el reciclaje no han ido acompañadas de otras tendentes a frenar el consumo excesivo y a orientar éste hacia bienes duraderos y de menor impacto ambiental. Por lo que una peligrosa tendencia a basar el consumo en elementos de “usar y tirar” se está instalando en el subconsciente colectivo.
Si a lo anterior le unimos la llamada Ley de la Obsolescencia Programada por la que los bienes quedan obsoletos o averiados en lapsos de tiempo cada vez mas cortos (deficiencias frecuentemente planificadas por los propios fabricantes de los productos), podemos concluir que la cultura del despilfarro sigue instalándose en nuestra sociedad mientras buena parte de ella no puede acceder a muchos productos básicos.


El (supuesto) incremento de la riqueza

¿Cómo evoluciona la riqueza de un país? Hace bastantes años un matemático inglés empezó a utilizar distintos agregados para hacer estudios macroeconómicos y posibilitar la acción de los Gobiernos sobre las economías. A pesar del desprecio de la ortodoxia bienpensante (y bienpagada), sus ideas fueron gradualmente aceptadas mientras el capitalismo las necesitó para sortear una gran crisis global. Pero curiosamente, al mismo tiempo que las ideas de Keynes vuelven a parecer excéntricas, peligrosas e incluso revolucionarias, uno de sus instrumentos, el PIB, se ha sacralizado y elevado a los altares, aunque para ello se haya necesitado sacarlo totalmente del contexto en que fue útil.
El Producto Interior Bruto de un país expresa la suma del valor añadido creado por todas las ramas de su economía. Y esto tiene un alto grado de convencionalismo al hacer comparaciones internacionales e intertemporales, aún soslayando los problemas de la inflación (deflactando el PIB) y de los tipos de cambio.
Parece claro (y no siempre) que se está creando riqueza si aumenta el valor añadido de los bienes producidos que son objeto del comercio internacional. Pero esto no vale para otro tipo de bienes como, por ejemplo, la gran mayoría de los inmuebles o terrenos. El Estado Español no es mas rico porque el mismo tipo de piso haya triplicado su valor en los últimos 10 años o porque el precio de los terrenos se haya disparado.
Y donde ya no valen en absoluto las comparaciones es en el sector servicios. El caso típico que se suele poner es el gasto en Sanidad. Frente al 8-9% del PIB en la Unión Europea, en EE.UU. dicho gasto supera el 14% con una calidad asistencial peor y una esperanza de vida menor. Otro ejemplo sería el de la seguridad en donde EE.UU. tiene una población reclusa por 1000 hab. que supera en 10 veces a la media europea (como muestra, la tasa americana de asesinatos por 100.000 hab. está en torno a 10 mientras que no supera 1 en ningún país de la Unión Europea), con un gasto muy superior en prisiones, medidas de seguridad... Otro tanto podría decirse del coste medio de un divorcio, del reparto de una herencia o de la avalancha de juicios por bobadas que se da en los “modernos” EE.UU. frente a la “arcaica” Europa. ¿Es mas rico EE.UU. porque su PIB crezca en estos sectores? ¿ porque haya mas asesinatos y prisiones, litigios mas enconados o peor planificación sanitaria?. La respuesta parece evidente.
Otro problema que surge para los que intentan igualar la creación de riqueza con el incremento del PIB es el porcentaje de producción absorbida (exceptuando la redistribuida) por el Estado. Según datos de la OCDE para 1994, este era de 27’3% en Suecia, 16’9% en el Estado Español, 16’4% en EE.UU. y 9’8% en Japón. Tal vez la sociedad sueca esté mas preocupada por un desarrollo armónico, un buen nivel educativo y cultural y una vida mas feliz que por incrementar el PIB, ¿la hace eso mas pobre?.
Agregemos ahora los PIB de todos los países para hallar el Producto Mundial Bruto. ¿Se puede hacer esto sin ninguna cautela? En absoluto y veamos los gastos de armamento como el ejemplo mas claro de lo contrario. Es cierto, desgraciadamente, que un mejor equipamiento militar enriquece a un país en la medida en que su capacidad de “influir” en otros países es mayor. Pero ¿aumenta la riqueza mundial la posesión de armamento? No y cuando se use la disminuirá. El valor de un misil usado se reduce a cero y el de la casa sobre la que impacta también. Podemos recordar ahora las loas a la carrera armamentística de Reagan y su contribución a la riqueza de este mundo.
Otro tema a considerar es que, en períodos de fuerte innovación tecnológica como el actual, un 2% de crecimiento anual del PIB es considerado neutro. Esto es así porque el mismo tipo de bien mejora a este ritmo. Como ejemplo, el coche estándar para una familia en el Estado Español antiguamente era el Seat 600. Si solo tenemos en cuenta la evolución de los precios, ese coche hoy no sería tan caro. Pero ahora el coche estándar es bastante mejor (y mas caro) que un Seat 600, aun en el caso de que éste se volviera a fabricar.
Estoy ofreciendo ejemplos de cómo el PIB está tan lleno de deficiencias y se puede manipular tan fácilmente que es muy posible que en el futuro se haga una crítica demoledora a su pretensión de representar la riqueza de los países y su evolución.
Así y todo, tomando la evolución del Producto Mundial Bruto (y descontando la inflación) en la segunda mitad del siglo XX, vemos dos fases totalmente distintas. Entre 1950 y 1973 el PMB creció a un ritmo anual del 5%. Pero la media del incremento anual entre 1973 y 2001 ha sido de un decepcionante 2’8%, manifiestamente inferior a la suma del crecimiento “natural” debido al desarrollo tecnológico y el crecimiento de la población mundial.
Este largo período de estancamiento económico hace trizas la repetida mentira de que el capitalismo “puro” sea el mejor sistema para crear riqueza, aunque falle (un poco, dicen) a la hora de distribuirla. Es mas, la generación que está accediendo al mercado de trabajo desde mediados de los 90 será la primera en mucho tiempo que esté viviendo peor que la de sus padres.
No obstante, es posible que en estos últimos años se estén poniendo las bases para una nueva onda larga de crecimiento económico, a pesar de que podríamos estudiar cómo muchos (no todos) de los avances de la “nueva economía” no son otra cosa que regresiones disfrazadas. Pero antes veamos brevemente que si la riqueza no ha aumentado, sí lo han hecho y fuertemente las desigualdades en su distribución.


El (real) aumento de las desigualdades sociales en los países

Lo primero que se suele citar es la creciente desigualdad entre países, el foso que se sigue agrandando entre los países del Tercer Mundo y los desarrollados. Aunque hay muchos trabajos sobre este tema, no está de mas recordar algunos datos.
La descripción oficial era que los países del Tercer Mundo o “en vías de desarrollo” eran unos países atrasados económicamente, pero que irían saliendo lentamente del subdesarrollo e integrándose paulatinamente en el mundo desarrollado. A partir de la década de los años 80 ya no es posible mantener esta tesis. Desde entonces, estos países están teniendo crecimientos económicos negativos per capita y se están hundiendo paulatinamente a unos niveles de pobreza impresionantes.
En los países mas pobres, la evolución es aún peor. En 1990, los países en que vivía el 20% mas rico de la población producían el 83% del Producto Mundial Bruto, frente al 70% veinte años antes. En los países en que vivía el 20% mas pobre la evolución era del 2’3% en 1970 al 1’4% en 1990. Y eso que en muchos de ellos el principal componente de su PIB es la ayuda exterior.
Si definimos la pertenencia al Tercer Mundo como la imposibilidad de garantizar unos niveles dignos de alimentación, trabajo, sanidad y educación para la mayoría de la población y vemos qué países formaban parte de él antes de la segunda guerra mundial, los resultados son muy decepcionantes. De los países significativos (excluyendo Estados minúsculos como Islas Caimán y otros) tan solo uno, Corea del Sur, ha logrado consolidar su posición como país desarrollado y de otros tres, Taiwan, Costa Rica y Cuba, se puede decir lo mismo aunque no es totalmente descartable un retroceso. A cambio, la mayor parte de los países de la ex-URSS llevan el camino contrario.
Es interesante detenerse en el caso particular de Corea del Sur, aunque solo sea para acallar a tanto vocero ignorante que lo pinta como un gran triunfo de la política del FMI y del Banco Mundial.
Tras la guerra de Corea, este país se convirtió en una zona fronteriza en pleno contexto de guerra fría y lucha contra el comunismo. Por esta razón, se iniciaron una serie de políticas económicas impulsadas de forma nada habitual por Estados Unidos.
Por un lado, para evitar que la población rural se viera atraída por el comunismo, se procedió a una reforma agraria radical (mas todavía que en Japón o en Taiwan), equipamientos públicos y préstamos subvencionados a la agricultura y un proteccionismo feroz para el arroz y otros productos.
Por otro, un auténtico aluvión de dólares y la colaboración con empresas americanas y japonesas hizo posible el surgimiento de un fuerte tejido industrial. Así, la ayuda extranjera ascendió al 8% del PIB entre 1953 y 1962, lo cual suponía un 75% de la inversión productiva y en 1966 el 15% de ésta provenía todavía de subvenciones extranjeras. Otras medidas no precisamente liberales fueron la nacionalización de la banca en 1961 y una industrialización fuertemente planificada entre el Estado y los grandes grupos industriales y comerciales (los Chaebols).
Uno de los abanicos salariales mas cerrados del mundo y una clase obrera joven y combativa (tal vez porque la semiclandestinidad de los sindicatos hacía difícil el surgimiento de castas burocráticas) lograban un mercado interior pujante y protegido (los que basan el éxito coreano únicamente en la exportación suelen olvidar que durante 25 años no se vendió un coche extranjero en Corea) que era la base para exitosas aventuras exportadoras.
Aunque últimamente la “nueva economía” también ha llegado a Corea. Y la última crisis asiática ha visto como EE.UU. ha forzado la desintegración de varios Chaebols y hemos empezado a asistir a algunas compras americanas de empresas coreanas a precio de saldo y a algunas quiebras sonadas.
Vemos como contrasta el ejemplo coreano con el hundimiento en la miseria de tantos países que cumplieron las recetas neoliberales y de “ajuste estructural” del FMI y del BM. De hecho, ya se no suele citar el caso de su alumno mas aventajado y prometedor, Costa de Marfil, hoy uno de los países mas pobres del mundo tras haber renunciado a la industrialización y a la reforma y diversificación agrarias y apostarlo todo al monocultivo del cacao, siguiendo la línea marcada por los organismos económicos internacionales.
Volviendo al principio del apartado, las diferencias de riqueza entre los países alcanzan niveles escandalosos, el Tercer Mundo se hunde paulatinamente y a los países desarrollados no parece importarles mucho (con la excepción de su preocupación por el petróleo).
Y no sería tan difícil empezar a hacer algunos gestos: Implantación de una Tasa “Tobin” que gravase las transacciones financieras especulativas, o de un impuesto mundial sobre la renta de los países o que el FMI y el BM pusiesen tanta presión a favor de una reforma agraria en Latinoamérica como la que ponen en que se privaticen sus empresas públicas... y un largo etcétera.


Y la desigualdad también crece al interior de los países

Por si hubiese alguna duda, consideremos el caso de la primera potencia mundial, dado que los medios de comunicación y otros divulgadores interesados no se cansan de repetirnos los increíbles logros económicos del gigante americano. Así, Estados Unidos lleva casi una década de crecimiento ininterrumpido, con una tasa de paro muy baja y un déficit fiscal inexistente.
Ahora bien, lo primero que llama la atención es que con un paro tan escaso, con 16 días anuales de vacaciones de media y con una jornada semanal de trabajo bastante mas larga que la europea, Estados Unidos no sea capaz de fabricar los bienes que consume y que el 5% de éstos deban ser aportados por el exterior (saldo neto de importaciones menos exportaciones), dando lugar al mayor déficit comercial de la historia. No parece que sea nada eficiente un sistema económico que es incapaz de producir lo que necesita.
Naturalmente, siempre se puede pensar que los estadounidenses consumen mucho, lo cual no deja de ser cierto si nos referimos a mansiones privadas, vinos caros y otros segmentos de bienes de lujo. Pero la cosa cambia en cuanto analizamos el poder de compra de una persona normal.
Porque la economía es algo mas que las cotizaciones bursátiles y las fusiones y adquisiciones de empresas. Y ese algo mas incluye estudiar ciertos datos reveladores como la evolución de los salarios. El salario medio en la industria lleva estancado desde 1973 y está en franca regresión en el sector de los servicios. Y aún estos datos están oscurecidos por los sueldos de altos directivos y directores de grandes empresas que se han multiplicado vertiginosamente. Hasta tal punto que los economistas prefieren estudiar el sueldo mediano (el que tiene el mismo número de sueldos mas altos y mas bajos que él) antes que el sueldo medio. Pues bien, el sueldo mediano de EE.UU. no deja de perder poder adquisitivo desde mediados de la década de los 70.
Pero no todo es tan negativo. Tras una década de crecimiento ininterrumpido, está empezando a llegar algo a las rentas salariales. Y por fin en el año 2000, el salario real de un obrero industrial medio se ha vuelto a poner al mismo nivel que en 1958. Los trabajadores estadounidenses del sector servicios ni siquiera se acercan a tamaño logro.
Para simplificar, supongamos que dividimos a las familias norteamericanas en cinco partes iguales atendiendo a su nivel de renta. La quinta parte inferior se ha ido hundiendo por debajo del umbral de pobreza desde que empezó la era Reagan, aunque muchas de estas personas trabajen mas de 40 horas semanales (de ahí el ácido comentario de que los pobres de la Unión Europea son mas afortunados porque, por lo menos, no trabajan). Las tres quintas partes intermedias han visto empeorada su situación, tanto mas cuanto mas inferior sea. Solo la quinta parte de mayor nivel de renta ha mejorado, pero eso tambien resulta engañoso porque en donde realmente ha existido un enorme e inmoral incremento de la renta (a expensas del resto) ha sido en el 1% mas rico de la población.
Me he limitado a Estados Unidos por ser el ejemplo mas sangrante de cómo un sostenido crecimiento económico se combina con un grave deterioro de las condiciones de vida para la gran mayoría de su población. Vayamos con la Unión Europea, ¿podría ésta seguir otra vía que orientase la economía hacia el bienestar de sus ciudadanos? Estamos viendo que no es el caso.
Desde mediados de la década de los años setenta el paro y la marginación se han convertido en los principales problemas de la UE. Cabría esperar una acción decidida de los Estados para reforzar los mecanismos de solidaridad y de redistribución de la riqueza. Pero la dirección escogida es la contraria, se reduce la cobertura del paro, se abaratan los despidos, se amplian enormemente los abanicos salariales... mientras se favorece a las grandes fortunas y se adoptan reformas fiscales regresivas para que paguen menos los que mas tienen.
El fundamento filosófico de esta forma de actuar está descrito desde hace bastante tiempo por autores como Galbraith y otros. Los poderosos siempre han desconfiado del consenso ciudadano que hizo posible la Seguridad Social, el subsidio de paro, la jubilación, la sanidad universal, el empleo en condiciones dignas... prefiriendo el individualismo y la desigualdad “natural”, en la creencia de que cuanto mas surtidas estén algunas mesas, mas migajas caerán para los de abajo.
Así se está construyendo la Europa comunitaria, centrándose en la libre circulación de mercancías y capitales y en la concentración empresarial. La Europa “social” se deja de lado o se reduce a meras declaraciones de intenciones mientras el empleo estable deja paso al precario, el trabajo digno a la cultura del pelotazo y las aspiraciones colectivas a sociedades desvertebradas con bolsas crecientes de marginación.
Lo curioso es que este desmantelamiento del Estado del Bienestar está siendo dirigido en gran medida por la socialdemocracia europea, cuyos líderes se han transformado con el fervor del converso en apóstoles de la globalización y el liberalismo económico. Naturalmente, para no disociarse de su base electoral, acompañan este proceso con promesas incumplidas (recordemos el Libro Blanco de Delors y sus 15 millones de empleos) y con una sorprendente teorización que viene a explicarnos que si no queremos acabar como los Estados Unidos, debemos parecernos cada vez mas a ellos.


A mayor globalización, menos espacio para la democracia


La idea de la globalización se puede describir como una tendencia a reordenar los factores productivos a escala mundial bajo el control de las grandes multinacionales.
Antes se consideraba normal que el dinero debía servir a la prosperidad de la sociedad e incluso la Iglesia hablaba de la “función social de la propiedad” (desde León XIII, por lo menos). Por tanto, se creía en la necesidad de leyes y reglamentaciones que limitasen el poder del capital.
Hoy cualquier restricción al poder del dinero es tachada de arcaica. Existen excelentes lavanderías en todos los paraísos fiscales que limpian cualquier tufillo a podrido del último dólar entregado. Los países compiten entre sí para atraer capitales y crean sistemas tributarios y bursátiles que parecen coladeros para las rentas que no sean del trabajo. Se descubre que toda especulación es buena porque engrasa y dinamiza los mercados. Se sacraliza la libertad de movimiento de capitales como algo natural.
Si un país decide instaurar un sistema tributario justo, los capitales huyen. Si decide poner controles a las entradas y salidas de fondos especulativos, los organismos financieros internacionales le hacen boicot. Si decide llevar a cabo una política agraria o industrial digna de ese nombre, se le imponen todo tipo de sanciones comerciales.
El Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio son los organismos que supuestamente pilotan y dirigen la economía mundial, vigilados y controlados de cerca por las grandes multinacionales y sus “expertos” mercenarios. Nada de que sentirse particularmente orgullosos si, después de tantos años de dirigir y pilotar, el hambre no ha desaparecido, la pobreza aumenta, las desigualdades son cada vez mas hirientes y el ecosistema sigue degradándose.
Y lo mas preocupante es la ausencia de cualquier control democrático sobre estas organizaciones. Sus decisiones afectan notablemente a la vida de las personas pero no son precedidas de ningún debate entre éstas, no necesitan someterse al voto popular ( se disfrazan siempre como el único camino posible) y cuando sus recetas son particularmente destructivas no se justifican ante nadie. Incluso si un gobierno decide apartarse de sus “recomendaciones”, su capacidad de acción es muy limitada por lo que, en la práctica, los gobiernos adoptan posturas serviles ante estos organismos.
En definitiva, la economía mundial está estancada. Los problemas a los que se enfrenta la humanidad son cada vez mas difíciles de encauzar y empiezan a amenazar a la propia naturaleza. El mundo está dirigido por organismos internacionales y empresas multinacionales sin ningún mecanismo democrático de control y cuya única orientación radica en fomentar el egoísmo a corto plazo y el individualismo, repitiendo la idiotez de que la suma de los egoísmos personales llevará “necesariamente” a la mejor de las sociedades posibles.
La ideología de la globalización intenta hacernos olvidar que solo con actuaciones y aspiraciones colectivas podemos aspirar al bienestar común, que las personas vivimos en comunidad y que solo tomando en nuestras propias manos los problemas de nuestro entorno inmediato, de nuestra nación y de nuestro planeta podremos empezar a cambiar las cosas.


1 comentario:

ion dijo...

Bien, pero la cuestión demográfica ha constituído siempre la base del argumentario más conservador y etnocéntrico, tanto al respecto de la desigualdad como en la perspectiva ecológica. No hay mejor argumento en el que occidente puede mostrar su inocencia y culpabilizar a los demás de morirse de hambre por ser muchos o degradar el planeta. Ahora esos dichosos chinos que quieren comer carne y viajar en coche....
Este argumentario relaja el peso de la cuestión esencial: que el modo de vida occidental produce una huella ecológica que traslada a otras partes del mundo. No era la agricultura de susbsistencia la depredadora, sino la orientada a la exportación para satisfacer las necesidades de los países del centro. Sin una reducción de los niveles de consumo y depredación en los países del centro, no cabe hablar de sostenibilidad ni de justicia, y parece dificil que eso sea compatible con la lógica de acumulación capitalista. Y la cuestión de la población es en este aspecto secundaria, cuando se la trae a primer plano suele ser para tapar lo demás. Las transiciones demográficas vienen siempre después de las mejoras socio-económicas y estructurales. Esa es la cuestión central, y exige una retirada ordenada de la huella ecológica de los países del centro. Aunque a diferencia del argumentario conservador, tú no obvias las cuestiones estructurales, cuidado con el énfasis en la cuestión demográfica.

Un articulo interesante sobre el tema, el pasado domingo en Gara:

http://www.gara.net/paperezkoa/20080608/81384/es/Especular-hambre-¡eso-si-que-es-terrorismo