Una interesante reflexion sobre la situación actual publicada en DEIA
Zelai Nikolas Ezkurdia
EN los últimos meses estamos viendo con cierto asombro cómo en casi todos los partidos políticos conviven dos familias, dos tendencias: una más conservadora junto con otra más dispuesta a cambios que pueden suponer asumir ciertos riesgos.
Desde las tendencias más conservadoras, por poner un ejemplo, se nos envía mensajes de que la ciudadanía se halla cansada y hastiada respecto a las cuestiones relacionadas con la normalización política y la paz, y se nos dice que el sentir mayoritario es más favorable a cuestiones más cercanas a lo cotidiano, sin resaltar a su vez que necesariamente ambas cuestiones se hallan estrictamente unidas porque para atender a lo cotidiano es necesario dar pasos en el ámbito de la normalización política, donde entre otras cuestiones se desea discutir sobre cotas de autogobierno y las bases políticas de la convivencia. Las familias más audaces, por el contrario, nos envían mensajes de que la ciudadanía no confía en los políticos porque "no cumplen con la palabra dada", pero sin que parece que puedan en estos momentos dar mayores pasos hacia el acuerdo de convivencia.
Han transcurrido ya 10 años desde Lizarra- Garazi, y el camino allí emprendido no ha sido en balde. Hemos adelantado mucho en el tema de la normalización política. Por citar algunos avances: nos hemos convencido que la lucha armada no permite el desarrollo de una dinámica constructiva que precisa Euskal Herria, porque al margen de las razones éticas, es además un obstáculo para la necesaria unión de fuerzas entre el sector soberanista; hemos constatado que el proceso de paz debe desarrollarse sin la exclusión de ningún agente implicado y a través del diálogo y la negociación; nos hemos dado cuenta que en Euskal Herria existen diferentes proyectos políticos, todos legítimos y que todos deben poseer su cauce democrático; nos hemos convencido que si Euskal Herria quiere recuperar su estatus jurídico de Estado, hemos de movilizar nuestros esfuerzos endógenos hacia ese objetivo de una manera coordinada y progresiva. Hemos advertido que la hoja de ruta hacia la soberanía puede tener diferentes estaciones y que para cada paso hay que conseguir generar amplias dinámicas sociales que lo sustenten; nos hemos dado cuenta que la mejor manera de trabajar la territorialidad de Euskal Herria es trabajando la cohesión social de sus ciudadanos y que precisamos urgentemente de instrumentos adecuados para ello. Es decir, que en el ámbito teórico hemos realizado grandes progresos durante todo este tiempo.
Durante estos 10 años, además, y más en concreto durante las conversaciones del otoño de 2006 en Loyola, tres significativos agentes políticos lograron trasladar algunas de esas enseñanzas en un preacuerdo. Como todos sabemos, aquel preacuerdo no fue finalmente firmado ni trasladado a la sociedad ya en forma de acuerdo por razones diversas que no proceden analizar ahora, pero sí recoge importantes ideas y principios que pueden sentar las bases de un futuro acuerdo que traiga la paz y la convivencia basada en el respeto a Euskal Herria.
Aquellas ideas esbozadas en el preacuerdo de Loyola, sin embargo, precisan de un mayor esfuerzo de desarrollo. Precisamente aquel que resulte preciso hasta lograr finalmente el acuerdo. En este mismo sentido se manifiesta Jean-Pierre Massias cuando señala que en Loyola quedaron sentadas las bases del consenso entre los diferentes agentes políticos y hasta donde estaban dispuestos a llegar cada uno, así como quedó en evidencia sus puntos de desencuentro. Pero coincide con nosotros, o nosotros coincidimos con él, en que resulta difícil entender que fueran aquellas discrepancias las razones para la ruptura de la tregua por parte de ETA, porque como Massias señala aquellas cuestiones tenían salida desde planteamientos técnicos, debate social y trabajo político. Por ello, a nuestro juicio, de la experiencia de Loyola cabe extraer dos conclusiones: el conflicto político vasco tiene solución y las ideas esbozadas en Loyola precisan de mayor esfuerzo técnico, social y político para desarrollarlas.
Ese es el trabajo que queda por hacer: desarrollar y trabajar el contenido del preacuerdo de Loyola. Para realizar dicho trabajo es necesario un adecuado clima social y político, que permita a los agentes sociales y políticos, así como a los diferentes expertos en las distintas materias, poder ir elaborando y exponiendo sus correspondientes propuestas. La creación de las condiciones políticas adecuadas para ello así como la puesta a disposición de los diferentes agentes de los medios necesarios, corresponde a la clase política. Es hora de implementar lo aprendido y de desarrollar el incipiente consenso logrado en Loyola, así como de ofrecer alternativas y soluciones para resolver las discrepancias que dieron lugar a la ruptura de la mesa de Loyola, ahora sin exclusiones y de manera pública y transparente.
Sin embargo, resulta evidente que actualmente no gozamos del clima propicio para realizar dicha labor. Por el contrario, los ciudadanos vemos con estupor cómo el clima político se degrada de nuevo: acciones violentas de ETA, situación de excepción que mantiene vigente la Audiencia Nacional, actos de kale borroka, las mociones de censura contra ANV, la prohibición y represión policial de actos políticos, endurecimiento de la política penitenciaria, juicios de naturaleza política y condenas no entendibles desde parámetros democráticos, juicios contra altos representantes institucionales vascos (lehendakari, Mesa del Parlamento vasco…), y por desgracia un largo etc. Ciertamente, el clima político no es el adecuado para realizar la labor que hemos señalado y a través de la cual se podría comenzar a atisbar una luz en el largo túnel. Y, sin embargo, el tiempo pasa.
Si bien es cierto, que la solución está en manos de todos, la generación del adecuado clima político que permita la colaboración entre quienes puedan y deseen aportar su grano de arena se halla en manos de la clase política, que cuenta con los medios para ello. Los agentes políticos han tenido suficiente tiempo para analizar las razones del fracaso de las conversaciones de Loyola y en general del anterior proceso de paz. Desde nuestro análisis, entonces falló entre otras cuestiones la presión social para la no ruptura de las negociaciones. Por lo que, en nuestra calidad de ciudadanos de Euskal Herria queremos pedirles que construyan de nuevo las condiciones adecuadas que permitan seguir trabajando por la paz y la normalización política a fin de llegar al acuerdo resolutivo. Deseamos que se sienten de nuevo y compartan con todos aquellos interesados el nivel de consenso logrado en Loyola, como punto de partida para un mayor y más estable acuerdo para la convivencia. Deseamos que discutan entre ellos los puntos en los que pueden tener diferentes puntos de vista y nos ofrezcan a la ciudadanía, de una vez por todas, la hoja de ruta de normalización política y la paz basada en el respeto. La ciudadanía no estamos dispuestos a admitir otra cosa. Como un viejo refrán vasco dice: nekerik gabe ez dago ogirik.
* Firma también este artículo Jon Nikolas Lopez-Ituiño
Zelai Nikolas Ezkurdia
EN los últimos meses estamos viendo con cierto asombro cómo en casi todos los partidos políticos conviven dos familias, dos tendencias: una más conservadora junto con otra más dispuesta a cambios que pueden suponer asumir ciertos riesgos.
Desde las tendencias más conservadoras, por poner un ejemplo, se nos envía mensajes de que la ciudadanía se halla cansada y hastiada respecto a las cuestiones relacionadas con la normalización política y la paz, y se nos dice que el sentir mayoritario es más favorable a cuestiones más cercanas a lo cotidiano, sin resaltar a su vez que necesariamente ambas cuestiones se hallan estrictamente unidas porque para atender a lo cotidiano es necesario dar pasos en el ámbito de la normalización política, donde entre otras cuestiones se desea discutir sobre cotas de autogobierno y las bases políticas de la convivencia. Las familias más audaces, por el contrario, nos envían mensajes de que la ciudadanía no confía en los políticos porque "no cumplen con la palabra dada", pero sin que parece que puedan en estos momentos dar mayores pasos hacia el acuerdo de convivencia.
Han transcurrido ya 10 años desde Lizarra- Garazi, y el camino allí emprendido no ha sido en balde. Hemos adelantado mucho en el tema de la normalización política. Por citar algunos avances: nos hemos convencido que la lucha armada no permite el desarrollo de una dinámica constructiva que precisa Euskal Herria, porque al margen de las razones éticas, es además un obstáculo para la necesaria unión de fuerzas entre el sector soberanista; hemos constatado que el proceso de paz debe desarrollarse sin la exclusión de ningún agente implicado y a través del diálogo y la negociación; nos hemos dado cuenta que en Euskal Herria existen diferentes proyectos políticos, todos legítimos y que todos deben poseer su cauce democrático; nos hemos convencido que si Euskal Herria quiere recuperar su estatus jurídico de Estado, hemos de movilizar nuestros esfuerzos endógenos hacia ese objetivo de una manera coordinada y progresiva. Hemos advertido que la hoja de ruta hacia la soberanía puede tener diferentes estaciones y que para cada paso hay que conseguir generar amplias dinámicas sociales que lo sustenten; nos hemos dado cuenta que la mejor manera de trabajar la territorialidad de Euskal Herria es trabajando la cohesión social de sus ciudadanos y que precisamos urgentemente de instrumentos adecuados para ello. Es decir, que en el ámbito teórico hemos realizado grandes progresos durante todo este tiempo.
Durante estos 10 años, además, y más en concreto durante las conversaciones del otoño de 2006 en Loyola, tres significativos agentes políticos lograron trasladar algunas de esas enseñanzas en un preacuerdo. Como todos sabemos, aquel preacuerdo no fue finalmente firmado ni trasladado a la sociedad ya en forma de acuerdo por razones diversas que no proceden analizar ahora, pero sí recoge importantes ideas y principios que pueden sentar las bases de un futuro acuerdo que traiga la paz y la convivencia basada en el respeto a Euskal Herria.
Aquellas ideas esbozadas en el preacuerdo de Loyola, sin embargo, precisan de un mayor esfuerzo de desarrollo. Precisamente aquel que resulte preciso hasta lograr finalmente el acuerdo. En este mismo sentido se manifiesta Jean-Pierre Massias cuando señala que en Loyola quedaron sentadas las bases del consenso entre los diferentes agentes políticos y hasta donde estaban dispuestos a llegar cada uno, así como quedó en evidencia sus puntos de desencuentro. Pero coincide con nosotros, o nosotros coincidimos con él, en que resulta difícil entender que fueran aquellas discrepancias las razones para la ruptura de la tregua por parte de ETA, porque como Massias señala aquellas cuestiones tenían salida desde planteamientos técnicos, debate social y trabajo político. Por ello, a nuestro juicio, de la experiencia de Loyola cabe extraer dos conclusiones: el conflicto político vasco tiene solución y las ideas esbozadas en Loyola precisan de mayor esfuerzo técnico, social y político para desarrollarlas.
Ese es el trabajo que queda por hacer: desarrollar y trabajar el contenido del preacuerdo de Loyola. Para realizar dicho trabajo es necesario un adecuado clima social y político, que permita a los agentes sociales y políticos, así como a los diferentes expertos en las distintas materias, poder ir elaborando y exponiendo sus correspondientes propuestas. La creación de las condiciones políticas adecuadas para ello así como la puesta a disposición de los diferentes agentes de los medios necesarios, corresponde a la clase política. Es hora de implementar lo aprendido y de desarrollar el incipiente consenso logrado en Loyola, así como de ofrecer alternativas y soluciones para resolver las discrepancias que dieron lugar a la ruptura de la mesa de Loyola, ahora sin exclusiones y de manera pública y transparente.
Sin embargo, resulta evidente que actualmente no gozamos del clima propicio para realizar dicha labor. Por el contrario, los ciudadanos vemos con estupor cómo el clima político se degrada de nuevo: acciones violentas de ETA, situación de excepción que mantiene vigente la Audiencia Nacional, actos de kale borroka, las mociones de censura contra ANV, la prohibición y represión policial de actos políticos, endurecimiento de la política penitenciaria, juicios de naturaleza política y condenas no entendibles desde parámetros democráticos, juicios contra altos representantes institucionales vascos (lehendakari, Mesa del Parlamento vasco…), y por desgracia un largo etc. Ciertamente, el clima político no es el adecuado para realizar la labor que hemos señalado y a través de la cual se podría comenzar a atisbar una luz en el largo túnel. Y, sin embargo, el tiempo pasa.
Si bien es cierto, que la solución está en manos de todos, la generación del adecuado clima político que permita la colaboración entre quienes puedan y deseen aportar su grano de arena se halla en manos de la clase política, que cuenta con los medios para ello. Los agentes políticos han tenido suficiente tiempo para analizar las razones del fracaso de las conversaciones de Loyola y en general del anterior proceso de paz. Desde nuestro análisis, entonces falló entre otras cuestiones la presión social para la no ruptura de las negociaciones. Por lo que, en nuestra calidad de ciudadanos de Euskal Herria queremos pedirles que construyan de nuevo las condiciones adecuadas que permitan seguir trabajando por la paz y la normalización política a fin de llegar al acuerdo resolutivo. Deseamos que se sienten de nuevo y compartan con todos aquellos interesados el nivel de consenso logrado en Loyola, como punto de partida para un mayor y más estable acuerdo para la convivencia. Deseamos que discutan entre ellos los puntos en los que pueden tener diferentes puntos de vista y nos ofrezcan a la ciudadanía, de una vez por todas, la hoja de ruta de normalización política y la paz basada en el respeto. La ciudadanía no estamos dispuestos a admitir otra cosa. Como un viejo refrán vasco dice: nekerik gabe ez dago ogirik.
* Firma también este artículo Jon Nikolas Lopez-Ituiño
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