domingo, 7 de diciembre de 2008

Han matado algo del movimiento ecologista vasco


Javier Ortiz ha escrito acertadamente, a raíz del asesinato de Uria, que ETA no solo asesina personas, sino también expectativas de futuros mejores. Que nos lo digan a nosotros, los ecologistas vascos, los que solo queremos ser desarmados, pero no profetas.



Por si no fuera ya suficientemente duro intentar defender nuestros argumentos en el desierto del pensamiento único desarrollista, aquellos a los que nos ha tocado nacer en el país del “contencioso” (y me refiero aquí al clásico de toda la muerte, no al ultimísimo del “izena-izana” de la selección de furbo) tenemos además que bregar con el intrusismo milico de algunos paisanos, que confunden la defensa de la biodiversidad, con el practicar el tiro al empresario.

Uno ya se había acostumbrado a que nos llamaran apocalípticos por denunciar el cambio climático (que ya lo admite hasta el primo de Rajoy); a que nos acusaran de querer volver a las cavernas cuando rechazamos Lemoniz; a que nos tildaran de criptoterroristas por defender la resistencia civil y pacifica en Itoiz; incluso, ya nos estábamos acostumbrando a que gobiernos, empresarios, medios de propaganda en nomina, jueces, iglesias varias y demás poderes facticos, llevaran tiempo (con la obscena certeza que daba el saber que la intromisión criminal de ETA era tan inexorable como estupida) criminalizando nuestra razonada oposición al TAV. Con todo esto ya cargabamos de salida. Pero, a lo que uno nunca puede (ni debe, ojo) acostumbrarse, es a esta periódica irrupción de la violencia, como pretendido argumento o instrumento supuestamente aceptable, en nuestro cotidiano activismo ecologista.

Lo hemos dicho alto y claro, pero no nos importa repetirlo: los que ahora han asesinado a Uria, también han matado algo del movimiento ecologista vasco. Han destruido parte (pero solo una parte) de nuestro camino hacia ese otro mundo posible, por el cual trabajamos. Y es que los etarras, aunque mucho mas letales en el corto plazo, son en ese aspecto igualitos que Arzallus, Jose Mari (“el ecologismo es el nuevo comunismo”) Aznar, o El País (el periódico global que desinforma en español), por poner solo algunos ejemplos de antiecologismo militante.

“It’s hard to be a saint in the city” dice el bardo de New Jersey en una de sus canciones. Una broma, jefe, al lado de lo que supone ser ecologista en este marco incomparable.


Newtonen iloba

(activista de Ekologistak Martxan Bizkaia)
5 de diciembre de 2008

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